Agenda Cultural UdeA - Año 1999 FEBRERO | Page 25

ISBN 0124-0854
N º 42 Febrero de 1999 narcotraficantes.
Los periodistas se han mantenido en la mira MI narcotraficantes, quienes los han cercado, en muchos casos, con la doble presión. de las amenazas o de los sobornos-aún falta por conocerse la lista completa de los periodistas a quienes los jefes del cartel de Cali giraron cheques millonarios-. Los nombres que hasta ahora se han conocido no agotan la nómina de personas la prensa que, con tal de recibir numerosas sumas dinero, les cooperaron en tareas informativas, de relaciones públicas y hasta de intimidación de otros colegas.
La intimidación y el soborno lograron un efecto indirecto al imponer en los medios un estilo tímido, de medias informaciones en las que el periodista no se comprometía y prefería citar textualmente documentos de los cuerpos de seguridad o de los jueces cuando el tema era la responsabilidad penal de los narcotraficantes. Sin embargo, ese apego a las letras de los comunicados oficiales no defendió del todo a los periodistas. La detención de Iván Urdinola, el narcotraficante del norte del Valle, se conoció a través de los comunicados de la policía que medios de comunicación como El Espectador, El Tiempo, Caracol, RCN y el Noticiero de las Siete difundieron textualmente y que, sin embargo, les valieron una acción de tutela que, por asuntos de forma, no culminó en una perentoria orden de rectificación. Ese miedo de informar algunos hechos, el desmonte de las unidades
investigativas, la omisión total de cualquier información relacionada con el narcotráfico y los narcotraficantes que operaban en el deporte, fueron algunas de las huellas que el narcotráfico dejó en la prensa colombiana, que en los años 80 fue una prensa intimidada y que en los 90 abandonó progresivamente el miedo, pero continuó marcada por las relaciones de algunos de los periodistas con los agentes del narcotráfico.
El silencio de los periodistas ha sido para los narcotraficantes tan importante como las armas o el dinero, a lo largo de todo el proceso de establecimiento y expansión de su actividad. Sus esfuerzos por infiltrar los medios de comunicación, mediante compra de emisoras o de espacios de televisión o a través de la creación de medios impresos, ha sido una parte de esa ofensiva para controlar la agenda informativa. Pero aún mayor fue la importancia que le atribuyeron al soborno de periodistas y al silencio impuesto. En la destrucción de evidencias, que fue el caso de eliminación de periodistas, jueces y testigos de sus crímenes, el mensaje fue claro: se trataba de palabras que debían callarse porque ponían en peligro a hombres que habían invertido altas sumas de dinero para comprar protección y silencio a su alrededor. Llegó a ser tan clamoroso ese silencio impuesto, que el ministro Fabio Villegas, al presentar ante el senado las reformas a la ley de orden público explicó que se trataba“ de romper el silencio de los delincuentes”.