ISBN 0124-0854
N º 42 Febrero de 1999 estos egos catedralicios.
Y los usuarios de los informativos participamos, de una familiaridad que ha vencido el pudor; de las pasiones y cumpleaños, de todas las intimidades y dolencias de estos periodistas que han convertido sus espacios noticiosos en plataformas yoicas. El yo es tan poderoso que eclipsa los acontecimientos. Y uno se resigna; son como esos parientes respetables, bobos pero con plata, a los que hay que obsequiar de atenciones y de mimos.
Pero ellos duplican la ilusión; se erigen así mismo como sabios o genios. O si no, ¿ cómo explicar esas fotos de los columnistas de revistas y diarios? Algunos se hacen retratar con una mano en el mentón, otro con un dedo en la sien, otro apoyando su rostro en las dos manos-como sosteniendo forzosamente su cósmica inteligencia-, como pensadores al momento de la revelación final de la gran idea, y que quieren ser esculpidos por un nuevo Rodin.
Muchos de ellos dicen,“ escriben lo mejor posible esto es, bastante mal, pues han degradado el arte argumentar a lo resabido, a la ignorancia ufana, al sentido común, es decir, a los prejuicios populares asumidos como sabidurías.
Borges sugirió alguna vez que sería saludable si los periódicos sólo aparecieran cuando aconteciera algo verdaderamente memorable:“¡ Extra! Hoy se descubrió América”. Esta sugerencia tan loable, es impracticable. La, echarían a perder los periodistas.
Orlando Arroyave es profesor del Departamento de Psicología de la Universidad de Antioquia.