ISBN 0124-0854
N º 42 Febrero de 1999
El ejercicio del olvido
Hundertwasser. Fragmento Viaje por mar I. París, 1966
Por: Orlando Arroyave
Karl Kraus, el satírico vienés de principios del siglo XX, afirmaba desde su trinchera ética Die Fackel-una hoguera lúcida contra el periodismo- que los periodistas escriben porque no tienen nada que decir. Y hoy, como en los tiempos de Kraus, el periodismo continúa siendo el arte de conmemorar lo olvidable sofocando lo esencial. Un arte que lo devora el presentismo, esto es, el apego sin rubor a lo inmediato. El periodismo, digámoslo en nombre de los usuarios indignados de los massmedia, es el borrador de lo importante, que deja como estela la trivialidad y el olvido.
Lo trivial; no la dignidad de lo efímero. Más claro: lo efímero suele tener su dignidad y su esplendor. Por decirlo con una falsa poesía: ni una flor ni un cometa son triviales... En cambio los periodistas tienen un fervor por lo trivial, que se arropa de la grandilocuencia y el ruido florido. Y de allí su éxito. Esto recuerda la frase de Oscar Wilde, aplicable tanto a su tiempo corno al nuestro, hermanados por la estupidez:“ En la vida moderna, nada produce tanto efecto como una buena trivialidad. Hace que todo el mundo se sienta como una gran familia”. Y ese es el gran efecto del periodismo contemporáneo: nos ha vuelto solidarios con lo trivial.
Y los periodistas, por su parte, son los oficiantes de este vasto ritual de lo sin importancia y lo obvio.
Los televisores encendidos sin pausa, los radios vociferantes, sin la piedad del silencio, son el signo de una tragedia presente: la multiplicación sin sosiego de la información trivial. Estamos en la era de la no-información.
Pero poco importa esto, pues así los mass-media no sirvan sino para obstaculizar el fluir de la información tiene otro objetivo más simple: difundir, multiplicar e hinchar el ego vastísimo de los periodistas. Y cada medio de comunicación se ha convertido en el altar para devoción de