Agenda Cultural UdeA - Año 1999 ABRIL | Page 16

ISBN 0124-0854
N º 44 Abril de 1999 que no lo sé muy bien, salvo tal vez porque escribir me satisface en una medida singular en la que me puedo sentir vivo y pleno, como con pocas otras cosas, como amar y ser amado, por ejemplo. Escribir me es grato. Es una razón egoísta, pero ésta es la motivación de la mayoría de los actos de los seres humanos. El que ejerce el poder o lo detenta, el que acumula riquezas, el coleccionista, el donjuán, no tienen otra motivación.
Todo placer crea una adicción. El adicto llega a ser, sin que en las más de las veces lo perciba, un esclavo. Yo lo sé bien: cuando empiezo una novela suelo preguntarme: ¿ Y para qué otra? Con las muchas que tienes ya no has encontrado la riqueza, ni la fama, ni los honores. Suelo responderme que es cierto, en tono de regaño, y vuelvo a predicarme que no persigo, ni espero, ni deseo honores, ni famas de mi literatura. A lo que aspiro es a que sea lo mejor que yo pueda lograrla, y ello me significa una cuantiosa inversión de tiempo. Me repito que cuando he casi logrado el plasmar en las letras lo que llevo por dentro, y qué me ilumina, ya estoy pagado con suficiencia, porque la satisfacción me colma y me colma la alegría de estar vivo, y me colma el que sepa que algún modo, así sea ínfimo, he dejado al mundo un poco mejor de como estaba, porque sigo creyendo que la belleza es lo que nos salva. Que belleza, y perfección, y verdad y bondad son la misma cosa, y que eso es lo que se pone en la literatura. Y sé también que el ejercicio de la belleza lo hace a uno mejor y más bueno, tantico
más cercano de la perfección. Que ese ejercicio hace más grande el alma, y que es así como crece su capacidad de comprender el mundo, y la ciencia, y los seres, y el universo y los animales. En otras palabras que a la literatura no hay que pedirle nada, sino dárselo todo, y que dando es como se recibe. Que no se escribe con ningún fin, como el ser conocido o reconocido, sino que el libro es ya el fin.
Sé muy bien que quien espera de la literatura, recibir de ella, no podrá nunca llegar a una perfección, porque la meta suya no es la literatura sino algo que está más allá de ella, como el dinero, o la fama. Que para ese, la literatura es un trampolín, es un medio. Que la excelencia de la obra tiene que ser el fin, sin consecuencias que se esperen o pidan. La mediocridad nace en muchos, de ese planteamiento, el de esperar retribuciones del arte, y necesariamente, porque es una
Fragmento. Caballo en el paisaje, Franz Marc. 1910