ISBN 0124-0854
N º 44 Abril de 1999
con la pérdida , el gasto , el desenfreno , el estremecimiento y el desacomodo ; el goce supone un anonadamiento violento o tembloroso , la inmersión en un abismo . Por su parte el placer se liga a la retención , a la morosidad ; es un sentimiento confortable en el que se quiere permanecer y que proviene de la cultura . Por esto el goce podría ser su prolongación intensificada o su contraparte .
Fragmento La torre de los caballos azules Franz Marc . 1912-13
propuesta más allá de cualquier futilidad ; ni paraíso ni infierno , sólo una trocha empinada y pedregosa que nos lastima los pies y de cuya maraña brotan sabandijas que nos hacen desfallecer de miedo y nos obligan perentoriamente a dejar la lectura , a la cual regresaremos una y otra vez en busca de ese goce que no se deja decir .
Más allá de toda apuesta por la buena literatura está el juego del deseo , del placer y del goce del texto ; ese texto que me eligió a mí y no a otro para decirse , para expresarse , para convocar mis fantasmas y mis silencios , mis miedos más recónditos y mis deseos más inconfesables . Para Roland Barthes 1 la lectura , y por ende la escritura , está ligada a la noción de cuerpo y por tanto de percepción sensual .
La escritura es lo que me desea y aquello que yo puedo desear : búsqueda y espera del placer . El propio Barthes establece la diferencia entre texto de placer y texto de goce . El goce se liga
El goce es siempre abismal , es lo indecible ; el placer , manejable , se puede decir . Hay textos de placer y textos de goce , pero según Barthes la crítica sólo puede hablar de los textos de placer porque de los de goce no se puede hablar sino desde otro texto de goce , un texto que se sitúe en el goce y no lo hable . Por eso quizás en Barthes las palabras cuerpo , deseo y escritura se entrelazan en una red de significantes y sensaciones donde la escritura es el cuerpo profundo , reprimido , el cuerpo del deseo , del goce , es decir el cuerpo erótico ; luego la escritura es ese campo de pulsiones , ese espacio marcado por el deseo del otro .
Pero para quienes ingenuamente creen que la lectura-escritura los puede liberar , Blanchot 2 responde que la experiencia no es la salida , porque ella misma no satisface , no tiene valor ni suficiencia , tan sólo libera de su sentido el conjunto de las posibilidades humanas ; por eso también todo saber , toda habla , todo silencio y todo fin , incluso ese poder-morir del cual sacamos todas nuestras últimas verdades , no logra colmar todas las