ISBN 0124-0854
N º 102 Agosto 2004 de manos de los invasores los puertos de Hong Kong y Macao. Beijing no estaba quieta y rápidamente empezaba a cambiar sus hutung-calles estrechaspor amplias autopistas, y a derribar las tradicionales casas de patios para elevar las más futuristas torres de acero y vidrio polarizado. Pasaron cinco años y, entonces, en el año de la serpiente, todo sucedió como lo habían pronosticado los exagramas del I Ching: hubo protestas, levantamientos, y sucedió el triste episodio de Tiananmen, y también lo otro, un vertiginoso desarrollo económico. El gobierno centró su futuro económico en la política de " un país, dos sistemas ", circulaban tres monedas, y en el Banco de China se llevaban todas las cuentas del mercado usando el computador y el ábaco. Hoy día, un complejo arquitectónico construido con la más alta tecnología, pero usando también para su ubicación las más antiguas leyes de la geomancia, rodea y refleja el magnífico Tientan-Templo del Cielo-y los coloridos pabellones de madera y mármol del Gugong-La Ciudad Prohibidaamurallado recinto imperial que defienden todavía furiosos leones de bronce, y sobre cuya puerta principal aún otea la mirada visionaria del sonrosado retrato de Mao, poeta y guerrero que con la Gran Marcha sacó al pueblo chino de la rueda samsárica de la pobreza y las invasiones para ponerlo en el Tao del bienestar e inquietar el ánimo de las potencias extranjeras. Realmente, yo no me encontraba preparado para tan fantástica aventura en un país que para esa época seguía siendo un
misterio, de cuyos mitos y costumbres sólo Marco Polo y otros pocos podían dar fe en relatos que parecían surrealistas. El cambio súbito, y absolutamente rotundo, empezó al entrar en el túnel del tiempo, donde el cuerpo se ve obligado a ser trece horas más joven; debía aceptar que allí el día era noche y la noche día, y tratar de mantener equilibrado el asombro ante la vista de fantásticos paisajes, las más extrañas visiones de dragones, monstruos y bu das, curiosas costumbres, y variadísimas formas de expresión en las artes. Conservé el asombro durante tres años, tiempo alargado que duró la sensación de estar metido en un sueño del que sabía no podía despertar hasta no cumplir con la tarea de " sembrar bambú en el corazón " según me lo había indicado pacientemente mi viejo laoshi maestro-y marcado con claros exagramas el oráculo de los cambios. La tarea de adaptarse a ese nuevo mundo era muy complicada, pues los olores, sabores y sonidos, la forma de los objetos, y los gestos de sus gentes eran tienanmen muy diferentes, y la palabra con que se nombraban las cosas y las acciones no era entendible, y aún más, dificilísima de pronunciar. El yo se indicaba tocándose la punta de la nariz con el índice, y el número ocho era un puño cerrado con los dedos pulgar e índice extendidos. Todo parecía al revés. Había pues que aprender a nombrar todas las cosas, encontrarles un significado, darles sentido, y ubicarlas en el contexto de la vida diaria y de los mitos. Rápidamente tuve que contagiarme de su