ISBN 0124-0854
N º 102 Agosto 2004 escupían miles de cilíndricas chimeneas de ladrillo que sobresalían sobre una urbe construida a ras de piso, pues, antiguamente, ninguna construcción debía sobrepasar en altura los pabellones y la muralla bermellón del palacio imperial. Todos, hombres y mujeres, vestían traje militar, se veían banderas rojas con estrellas amarillas por todos lados, pero las inmensas estatuas de Mao empezaban a ser retiradas de las entradas de institutos, fábricas y universidades, a pesar de que en el mausoleo de TienanmenPuerta de la paz celestialsu cadáver embalsamado seguía visitado diariamente por miles de residentes y turistas. Su revolución cultural había terrnnado en el año del dragón y el viento que soplaba para perseguidos era de retorno. Cada mañana, y al atardecer, a donde quiera que se mirara, en sus parques, florecidos jardines y zonas verdes de avenidas, en el patio de los templos, en las áreas libres de fábOOricas y colegios, miles de personas practicaban disciplinadamente los lentos movimientos del Tai Chi y los ejercicios de vientre del Chi Gong, cortaban y chuzaban el viento con todo tipo de espadas y lanzas, lo golpeaban con palos y extraños instrumentos, saltaban por el aire dando increíbles patadas y puñetazos, atrapados por el espíritu del Kung Fu, mientras, en sitios ocultos, escondiéndose de la prohibición oficial, otros hom bres se ejercitaban secretamente en las técnicas esotéricas del Falun Gong, y antiquísimos eerccos de alquimia en busca de la anhelada píldora de la
inmortalidad. En su descanso, fumaban tabaco y consumían mares de té de jazmín, toneladas de raíces de loto, apio, hongos, semillas de girasol, maní, raíces de soya, tallarines, ajonjolí, carne de cerdo, de perro y de serpiente, y montañas de arroz sin sal. Había educación y salud gratuitas, obligatorio contacto con las manifestaciones artísticas; no había hambre, no había guerra, no parecía existir la ley del accidente, ni la cultura ni el deporte estaban acosados por la publicidad. Una música alegre que salía por altoparlantes en cada sitio de la ciudad marcaba las horas de trabajo, de ejercicio y de descanso, y el ritmo político se insuflaba por medio de las notas del himno nacional. Un ojo invisible vigilaba, una mano autoritaria lo protegía todo: dios era el partido; Buda, un atractivo turístico; yel dólar, una tentación. Corría la mitad del otoño del año de la rata, y este primer animalito del zodiaco indicaba " movimiento en lo profundo ", tal como en el cuento tradicional en que los ratones tumban un muro de tanto horadar sus bases, y el oráculo de palitos de milenrama advertía sobre la agitación de las aguas. En las paredes de Beita, la universidad de 8eijing, aparecían clandestinamente los huapaos-periódicos muralescon frases y caricaturas que expresaban un extraño malestar político entre los jóvenes, mientras afuera se escuchaban los rumores de cambio, y en el palacio de gobierno se veían las señales que presagiaban el despertar del dragón dormido que esperaba pacientemente el fin de siglo para recuperar