ISBN 0124-0854
N º 102 Agosto 2004
En 1876, el gran rey( o sea, maha rajá) Ram Singh 11 decidió pintar su capital porque iba a visitarla el príncipe de Gales, propietario de la inmensa colonia del Indostán. Probó el blanco, luego el azul y finalmente se quedó con el rosa. Por eso esta ciudad de millón y
medio de habitantes, joya de la India noroccidental, sigue hoy con todos sus edificios intramuros pintados de rosa-y también porque ponen una multa a quien no lo hace----. D tal vez favorece a la historia el hecho de que el material de construcción sea piedra arenisca roja. En fin, Jaipur es toda una leyenda. Capital del estado de Rajastán, surgido con la independencia de 1948, centro de una acumulación fastuosa de palacios, fuertes y jardines, núcleo brillante del mundo legendario y ultramillonario de los maharajás y maharanis, asombro de Europa hasta hace apenas setenta años, es el eje de la gran tentación de millones de viajeros. El moderno
estado compendia la magia, el romanticismo, la extravagancia feudal, el intenso color de todo el subcontinente. En occidente queda el formidable desierto del Thar, que se adentra en Pakistán; se despliegan por el sur los picachos de Aravalli y Jaipur es eje de reservas naturales y de varias ciudades míticas e insoslayables, como Amber, Pushkar, Ajmer: Aseguran que la extraña construcción del Palacio de los Vientos, o Hawa Mahal, una alta fachada agujereada por un millar de ventanas y miradores de barroca elaboración, se debió al deseo del rey de que las damas contemplaran el mundo exterior sin ser vistas. Pues bien, puede el viajero hoy sentarse en el borde de la acera, aunque no se haya limpiado en el último medio siglo, y dejarse atrapar por el espectáculo callejero: tipos bigotudos y orgullosos con sus turbantes, bellísimas mujeres envueltas en telas de colores, barberos callejeros, miles de niños de ojos luminosos, mendigos y santones de toda condición, vehículos movidos por camellos o asnos derrengados, enjambres de bicicletas y triciclos. En fin, la inagotable maravilla visual. Luego, claro, no hay que perderse el citado Hawa, el palacio de la ciudad, Versalles de la India según Kipling, el Observatorio Jantar Mantar, los hirvientes bazares( incluyendo sus espléndidas joyerías y tiendas de arte); y, un poco más lejos, el fuerte Amber. y todo el resto del Rajastán si queda tiempo. Varanasi Si alguna ciudad india sobrepasa todos los límites, aun avisando " que allá cada uno con sus