Interrogado el general de los jesuitas, Pedro Arrupe, sobre el marxismo y su esencia ateísta, contestó:
"Los marxistas y el marxismo no son la meta. Para los jesuitas, la meta es la 'justicia social', que no ha
llegado a las masas, y el lujo desatado de la minoría privilegiada. ¿Acaso los buenos cristianos y los
buenos marxistas no están contra esos dos males?"
(Años después, cuando en julio de 1977 Arrupe visitó la URSS, fue agasajado por las autoridades
soviéticas).
Otro famoso jesuita, José María Diez Alegría, decía en España que Marx lo había llevado al
redescubrimiento de Jesús; lo había acercado a la lucha de clases, a la
necesidad de abolir la propiedad privada. "Debemos hacer causa común con todos aquellos que se
comprometen a la causa revolucionaria del socialismo”.
El jesuita Arthur F. McCovern reínterpretó el evangelio y la misión de Cristo en un sentido económico,
terrenal, ajeno a la vida trascendente. ("El Marxismo: Perspectiva Cristiana Norteamericana").
James Francis Carney, también jesuita, naturalizado hondureño, recomendó "liberarse de los prejuicios
contra la revolución armada, el socialismo, el marxismo y el comunismo. No hay un tercer camino entre
ser cristiano y ser revolucionario".
El antiguo propósito de ensamblar el catolicismo con el comunismo se aceleró al terminar el Concilio en
1965.
En cuanto al objetivo paralelo de minar al catolicismo en sus bases teológicas, se dieron en seguida los
primeros pasos prácticos con la manipulación de los documentos conciliares. Se tomó de sorpresa al
mundo. Los manipuladores aprovecharon párrafos poco precisos de dichos documentos para darles
sutiles interpretaciones en favor de una nueva teología de entrañas materialistas. La más leve
ambigüedad se aprovechó para poner en ella conceptos opuestos. Y se echó a circular una corriente con
cuatro elementos.
1.
Replantear o redefinir todo lo de 20 siglos.
2.
Lo humano-social antes que lo sobrenatural.
3.
Al hombre se le sirve en lo socioeconómico.
4.
Sacerdotes "humanizados" para actuar sobre los pobres.
El obispo Walter Kampe, de Limburgo, Alemania, dijo el 8 de Dic. de 1964 que después del Concilio se
iniciaría la "liberalización de las tradiciones católicas para democratizarlas", aunque no se haría "de golpe".
(1)
La avanzada de esa "teología" la constituían los jesuitas. Algo fundamental había cambiado en la
Compañía de Jesús. Siempre se había acostumbrado discutir sobre la manera más eficaz de servir a los
fines sobrenaturales de la Iglesia, pero ahora se ponían a discusión ("redefinición") los fines mismos.
La Compañía de jesús, creada por lñigo López de Oñaz y Loyola, con severa disciplina militar-mística, fue
una extraordinaria organización que permitió a la Iglesia Católica afrontar y hacer retroceder la avalancha
de la Reforma de Lutero y de Calvino, en el siglo XVI.
Loyola afirmaba que en todos los fenómenos psicofísicos actuaban Cristo o Lucifer. Y dado que la guerra
de Lucifer contra Cristo y su gracia y salvación eran universales, así la guerra contra Lucifer y sus
seguidores tendría que ser igualmente universal. Se trata, decía, de una lucha cósmica. (2)
En la Compañía de jesús todo se subordinaba a la Divina Trinidad. Así se rigió durante cuatro siglos.
Pero ahora la Compañía se nutría de nuevas enseñanzas, como las de Teilhard de Chardín, paleontólogo
y geólogo, subvencionado por la Fundación Rockefeller. Desde Nueva York, donde se le dio publicidad
mundial, Teilhard influyó el pensamiento de círculos selectos religiosos.
Teilhard transladó la doctrina darwinista de la evolución a la teología. El hombre había aparecido, según
él, como un hecho inherente a la materia misma, no como una gracia gratuita de la Providencia. La mezcla
de substancias químicas habían hecho surgir al ser humano, que en su materia lleva las cualidades que lo
distinguen de las demás especies.
Teilhard de Chardín creó extraños neologismos, como antropogénesis, cristogénesis, cosmogénesis, para
armar una doctrina que no deja lugar al pecado original, a la divinidad de jesús, a la redención mediante
su muerte, al perdón de los pecados, al sacrificio de la misa.
Según sus "reinterpretaciones", la Parusía o Retorno de Cristo "no es sino el término de la evolución
darwinista de la humanidad que llegará a su perfección completa necesariamente, en virtud de las leyes
naturales; porque la humanidad no es sino el Cristo Colectivo', y el juicio Final no es sino el final de la
Evolución'; donde de necesidad algunos tienen que llegar cola; y eso es el Infierno -según él". (3)
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