Capítulo III. "PATRIMONIO DE LA IGLESIA"
SIEMPRE PERSEGUIDA, PERO NO VENCIDA
El Comunismo tenía como una de sus metas preferidas acabar con la Iglesia. Decía que "la religión es el
opio del pueblo", y ciertamente asesinó a miles de sacerdotes, obispos, monjas y creyentes. Cerró los
templos y prohibió que los padres de familia enseñaran religión a sus hijos. Sin embargo, al Comunismo lo
mandaron a entrar "en sueños" sus inventores, asi como la Masonería hace con algunos de sus Ritos
cuando considera que por el momento ya no los necesita.
Independientemente de esa persecución que en forma aguda duró setenta años, la Iglesia sigue siendo
amenazada, aunque con otro método: el de la Acción Gradual.
Ya el Papa León XIII decía el siglo antepasado que las contradicciones y persecuciones parecían ser "un
patrimonio de la Iglesia". En efecto, el acoso lleva veinte siglos, a veces sangriento y a veces sutil.
El arrianismo (teoría de Arrio, sacerdote de Alejandría) afirmaba que Jesucristo había sido una alma
excelsa, mas no Dios. Esto fue rápidamente condenado por el Primer Concilio de Nicea, del año 325, y el
arrianismo se fue disolviendo.
Después surgió la hipótesis teológica del obispo Nestorio, de Constantinopla, que negaba a la Virgen
María la gracia de ser madre de Dios. El Primer Concilio de Efeso (año 431) deshizo el nestorianismo.
El II Concilio de Constantinopla, de 553, disolvió la teoría del abad Eutiques, según la cual Jesucristo
había sido sólo Dios y no hombre.
Lo mismo pasó en el siglo VIII con la corriente teológica de León III, emperador bizantino, de que no
debería darse culto a las imágenes. El II Concilio de Nicea, el año 787, puso punto final a esa idea,
condenándola.
Tardó bastante tiempo en surgir en el campo católico otra divergencia grave, hasta que Juan Hus,
religioso checo, predicó contra la confesión, el culto a las imágenes y la forma del sacramento de la
comunión. Sus ideas fueron proscritas como herejías por el I Concilio de Constanza (1 41 4- 1 8).
Todas esas desviaciones -compartidas relativamente por pocos- se disiparon al igual que otras más o
menos semejantes, de poca extensión y profundidad en el mundo católico..
Una tormenta mucho más dañina ocurrió en el siglo XVI con el teólogo Juan Calvino y el monje agustino
Martín Lutero, quienes atacaron todas las bases de la Iglesia y -al contrario de los otros movimientos
heréticos- arrastraron consigo a grandes masas de creyentes.
Esa fue la peor tormenta que azotó a la Iglesia en casi 1.500 años. Le arrancó grandes jirones y dejó
pases permanentes para continuar las hostilidades después de la lucha armada y espiritual que libró el
catolicismo durante la Contrarreforma. La victoria, en gran parte lograda gracias a lñigo de Loyola (San
Ignacio) y a la Compañía de Jesús
fundada por él, culminó con el Concilio de Trento (1545-1563).
En la segunda mitad del siglo XVIII las logias "iluministas" lanzaron otra gran ofensiva anticristiana
mediante la Revolución Francesa. Fue un sangriento asalto frontal que suprimió la Era Cristiana y que ya
incluía en su programa todos los objetivos que 58 años después proclamaría el marxismo.
Tal Revolución -madre de las revoluciones del siglo XX-, fue una hecatombe que costó quinientas mil
vidas.
Enarboló la bandera de la redención de los pobres y volvió más pobres a todos. Durante el lapso que rigió
no dio libertad, ni igualdad ni fraternidad.
Esa revolución se extinguió físicamente en ríos de sangre y fue diluida luego por las guerras napoleónicas.
Cesó su fase virulenta, pero su carga anticristiana se sumergió en reducidos círculos, en espera de
mejores tiempos.
Entonces diversos centros anticristianos concibieron una diferente táctica de lucha. Todo ataque violento
causaba daños, pero hacía mártires y la fe se acrecentaba. En el "alto poder central" de las logias de Italia
y Francia (conocidas vulgarmente como de los carbonarios), a fines del siglo pasado se puso en marcha
una corriente filosófica muy sutil llamada "espiritualista", de la que el gran Maestre James Darmestteter y
Saint Yves D' Alveydre fueron discretas cabezas visibles.
Darmestteter, profesor de la Escuela de Altos Estudios de París, muy versado en la Kábala (libro sagrado
del judaísmo), lo mismo que Yves D' Alveydre, dieron forma a una novedosa tesis: -Cesar el
enfrentamiento directo con la Iglesia Católica y en cambio buscar una “convergencia” entre el profetismo
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