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Para Smith, esta forma de espiritualidad no es exclu- siva de un solo grupo. Y si bien se manifiesta entre jóvenes católicos y protestantes liberales, también puede está presente entre judíos, budistas, musul- manes o evangélicos. Es importante notar, que ningún adolescente, joven o adulto usaría esta designación para describir su es- piritualidad propia, en la medida que ella es el pro- ducto de una reflexión que se sistematizada. Del mis- mo modo, es poco probable que una persona cuente con la integralidad de estos cinco puntos, pues en la mayoría de las ocasiones existen matices y énfasis que cargan la balanza en una determinada dirección. A continuación, una sucinta explicación de los ele- mentos que componen esta espiritualidad. Moralismo El moralismo es, ante todo, una for- ma de aproximarse a los problemas cotidianos de la vida. La premisa que lo sostiene co- mo modelo consisten en afirmar que, para llevar una vida buena y feliz, hace falta ser una persona justa, buena y moral. Esto se traduce en ser una personali- dad amable, cordial, gentil y responsable. Trabajar constantemente en la superación personal, cuidar la propia salud y trabajar duro para ser exitoso, son solo algunos de los aspectos que esta forma de moralismo enfatiza. Smith ejemplifica este punto con el testimonio de un joven mormón de Utah que de diecisiete años al pre- guntarle en que consiste su religión: “Creo, bueno, toda mi religión consiste básicamente en tratar de ser bueno, y si no lo eres, entonces de- berías tratar de mejorar, es todo”. Ser moralistas significa entonces, tratar de ser ama- ble, que los demás gusten de ti. Es decir, no ser so- cialmente disruptivo y no alejarse de la medianía del comportamiento socialmente valorado. Ser una per- sona moral, o en palabras de los mismos entrevista- dos es “no ser un imbécil”. Terapéutico La dimensión terapéutica de esta espi- ritualidad consiste básicamente en su capacidad de proveer de beneficios (terapéuticos) a sus adherentes. En palabras del propio Smith: “Esta no es una religión de arrepentimiento del peca- do o de guardar Shabbat, vivir como un sirviente de la soberanía de Dios, hacer oraciones firmemente, observar las fiestas religiosas, construir carácter a través del sufrimiento o disfrutar de la gracia de Dios. Lo que parece ser dominante entre estos adolescen- tes es, más bien, sentirse bien, felices, seguros y en paz. Se trata más bien de alcanzar el bienestar subje- tivo y ser capaz de resolver problemas” El carácter terapéutico de la espiritualidad juvenil, que se manifiesta en una legitimación de la religión por sus beneficios personales y sociales, parece ser uno de los rasgos más característicos del panorama religioso contemporáneo y también, uno de los res- ponsables del crecimiento explosivo de algunas tradi- ciones religiosas alrededor del mundo. O al menos eso es lo que parecer sugerir las investigaciones más influyentes sobre el pentecostalismo en América Lati- na de la mano de David Martin y Christian Lalive. En un mercado de la religión cada vez más amplio, se escoge entonces la religión y la comunidad de perte- nencia a la misma, no por su carácter veritativo o por la coherencia de su sistema doctrinal. Muy por el contrario, la capacidad de la religión de ayudar con los problemas personales, proveer de amigos, redes de apoyo, contactos y una comunidad de referencia adquieren protagonismo a la hora de la auto- identificación. Smith cree que es precisamente esta noción terapéu- tica una de las razones por las cuales los jóvenes y adolescentes están tan poco articulados en torno a su fe. Mientras se esté feliz, por qué molestarse en ser capaz de discutir o dar razones acerca de las pro- pias creencias.