me quedan. Jimmy, un suicida. Fern, desde una ventana. Mi madre, muerta. Hacía ocho años
que estaba muerta. Todos muertos menos papá y Bárbara.
Una carta de Bárbara se encontraba entre el hatillo de material seleccionado que Perry
prefirió llevar consigo en lugar de dejarlo en la capital de México. La carta, escrita con una
letra de muy fácil lectura, estaba fechada el 28 de abril de 1958, época en que hacía dos años
que Perry estaba en la cárcel:
Queridísimo hermano:
Hoy hemos recibido tu segunda carta y perdona que no te haya escrito antes. El tiempo aquí,
igual que ahí, va poniéndose más caluroso y tengo esa pereza que da la primavera, pero voy a
ver de sacudírmela y hacer lo que pueda. Tu primera carta me preocupó mucho, como puedes
imaginarte pero no es ésa la razón de que tarde tanto en contestarte. La verdad es que los
niños ni me dejan tiempo para nada y nunca puedo encontrar el momento de sentarme,
concentrarme en una carta como algunas veces hubiera querido hacer. Donnie ha aprendido a
abrir las puertas, a subirse en las sillas y en los demás muebles de modo que siempre estoy
pendiente de que no se me caiga.
De vez en cuando puedo dejar a los niños jugando en el patio, pero siempre acabo yendo con
ellos por temor de que se hagan daño si no los vigilo. Pero no hay nada que siempre dure y sé
que voy a sentir que llegue el momento de que empiecen a correr por la calle sin saber dónde
paran. Te envío unos datos por si te interesan:
Altura
Peso
Número
de pie
Freddie 92,5 cm 12 kg 21
Baby 95 cm 13,25 kg 22
Donnie 86 11,70 kg 18
cm
Puedes darte cuenta de que Donnie es un niño muy grandote para los quince meses que tiene.
Tiene ya dieciséis dientes y un carácter muy alegre: no hay quien no esté fascinado con él.
Viste la misma talla que Baby y Freddie, sólo que los pantalones todavía le resultan
demasiado largos.
Voy a escribir una carta muy larga, así que posiblemente tendré que hacer muchas
interrupciones como la de ahora que es la hora del baño de Donnie (Baby y Freddie se
bañaron hoy por la mañana porque hace más bien frío y los he tenido en casa. En seguida
vuelvo...).
De mi escribir a máquina, no voy a mentir. No soy ninguna mecanógrafa. Empleo de
uno a cinco dedos y aunque me las arreglo, cuando ayudo a Fred en sus asuntos, lo que me
lleva a mí una hora, a otra persona le llevaría sólo quince minutos. En serio, no tengo ni el
tiempo ni la voluntad de aprender como un profesional. Pero me parece magnífico ver que tú
no lo has dejado y eres ahora un buen mecanógrafo. No me cabe duda de que todos nosotros
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