más remon íí simo de los prioratos de solera») por una vieja granja que nada tenía de
«remonísima», allá por las llanuras de la Kansas occidental, la señora Warren-Browne dijo:
-Por el fisco, amiga mía. Los impuestos de las herencias. En oo rmes, criminales. El fisco
nos sacó de Inglaterra. Sí, hará un año que salimos de Inglaterra. Sin lamentaciones. Ni una.
Nos encanta esto. Lo adoramos. Aunque, claro, es muy diferente de nuestra otra vida de allá.
La clase de vida que siempre conocimos. París y Roma. Monte. Londres. Ocasionalmente me
acuerdo de Londres. ¡Oh, pero no es que lo eche de menos! Aquella prisa de siempre, sin un
taaxi libre en toda la ciudad, pendiente a toda hora de cómo uno viste, de la elegancia. No,
positivamente no. Nos encanta esto. Supongo que ciertas personas, las que conocieron nuestro
pasado y la clase de vida que fue la nuestra, lo que alternábamos, se preguntarán si no nos
sentimos un poquitín solos, por aquí, rodeados de trigales. Era en el Oeste donde pensábamos
instalarnos. En Wyoming o en Nevada: la vraie chose 1 . Esperábamos que una vez allá,
también a nosotros nos tocara un poco de petróleo.
»Pero cuando íbamos de viaje, nos detuvimos en Garden City a visitar a unos amigos,
amigos de unos amigos. Y en realidad no pudieron ser más amables. Insistieron en que nos
quedáramos. Y nosotros