A las cinco de la tarde los cielos se encapotaron con grandes nubes de tormenta que duró tres días . Esos días no se vendieron alfajores en Guayaquil .
Los intervalos de silencio que seguían a los relámpagos y centellas que iluminaban la ribera de la isla Santay , se interrumpían por una cadena de truenos que conmovía la tierra y los barcos del río con sus blancas velas fantasmales .
Parecía que los cielos se caían .
De casa en casa y de rezo en rezo se oía como una letanía “ San Isidro Labrador quita el agua y pon el sol … San Isidro Labrador etcétera , etcétera .
Las beatas anunciaban el fin del mundo y se apresuraban a tapar los espejos , porque así aconsejaba la costumbre en estos casos .
Los señores prometían confesar la mitad de sus pecados y comulgar el domingo siguiente .
La actividad febril de la calle de los astilleros paró por los fuertes aguaceros .
Las astillas de madera se confundían con las conchas patas de mula y algún cangrejo que había equivocado su rumbo .
Los relámpagos y los truenos potentes daban toda la impresión que los cielos se desplomaban .
Los senderos de tierra , se borraron con la lluvia en el ba-
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