2 Generaciones Número 8 | Page 43

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También he estado en lugares en donde el uso del teléfono celular está prohibido y sin embargo las personas ignorando dicha prohibición hacen uso de él; por ejemplo en los bancos, en el cine, en el automóvil y ¡en las iglesias!, donde una vez vi un letrero que decía: “Dios quiere comunicarse contigo, pero no por celular”. En estos últimos lugares es donde tal vez por olvido las personas no apagan el teléfono o no lo ponen en vibrar solamente, sino que dejan que suene y eso distrae a los demás fieles. ¿De verdad serán tan importantes que anteponen sus llamadas a momento de oración? ¿Ustedes lo creen? ¡Yo no! Simple y llanamente se han acostumbrado al celular y ya forma parte de su vida, tal como si fuera uno de sus miembros. ¡Que absurdo!

En otra ocasión me encontré con José un vecino al que hacía mucho no veía. Lo saludé y le pregunté cómo estaba. Me contestó diciendo ¡Pues la libre!, estuve a punto de morir. Me operaron de ulcera perforada en el estómago. Yo le dije: que, fue de repente o ya tenías problemas anteriores y me dijo: Mira yo soy ingeniero en sistemas computacionales y para mí la vida es mi trabajo, en las computadoras como puedes comprender. Entonces mi rutina consistía en tomarme un cafecito en la mañana acompañado de un cigarrito (tal vez el maridaje dirían los de gastronomía, era muy recomendable). El hecho es que llegaba a la oficina y otro cafecito y otro cigarrito. Después al llegar la hora de la comida ni me acordaba, las computadoras me esperaban. ¡Faltaba más, no podían esperar! Y entonces otro cafecito y otro cigarrito. El hecho es que casi no probaba bocado y los fines de semana, pues era lo mismo. Así que mi estómago explotó y desde luego mi vida cambió. Exagerado estilo de vida, diría yo, o mucho amor al arte dirían otros.

En el año 2000 entré a trabajar a una empresa de Ingeniería y Diseño de Proyectos Telefónicos. Yo era el Contador General. En ella el equipo de cómputo era la herramienta de trabajo y mediante un programa denominado Autocad proyectaban el cableado de fibra óptica para telefonía. Bueno, pues los empleados llegaban a las 8.00 de la mañana e iniciaban su labor hasta las 18.00 horas en que salían. Tenían una hora para comer entre las 14.00 y las 15.00 horas. Pues el colmo era que se sentaban ante el computador en la hora de comida y se ponían a jugar los muchos programas en donde hay batallas entre los buenos y los malos y parece ser que obtiene un puntaje por enemigo derribado o algo así. Lo curioso es que sólo se veían hombres o robots, ¡saltando!, ¡disparando! ¡trepando!, ¡siendo abatidos! En un incesante ruido y movimiento. ¡Caray, ni en la hora de los alimentos dejaban el equipo en paz. Ah, también cuando ocasionalmente pasaba cerca del escritorio de la secretaria, ésta pasaba el tiempo ¡Jugando cartas! Que enajenación.

He comentado estas situaciones con algunos vecinos, conocidos, familiares y amigos. Pareciera que todos nos damos cuenta del trastorno familiar y social que causan tales comportamientos, pero como que ya se acostumbró la gente al hecho. Solamente dos personas me contaron lo que hicieron para hacerse escuchar. La primera una señora dueña de una papelería y con tres hijos.

JUAN COLÍN MÉXICO