2 Generaciones Número 8 | Page 40

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MERCÉ SANCHIZ ESPAÑA

Uno de sus componentes, recientemente, ha declarado que de admitirlos se llegaría a un punto que no se podría hablar, que el lenguaje se haría incomprensible. Parecería que no recuerdan la historia de la lengua castellana y su evolución. Fíjense sino en estos simples ejemplos:

La primera estrofa de EL LABRADOR AVARO, de Gonzalo de Berceo, escrita en el Siglo XII:

Era en una tierra un omne labrador

que usava la reja más que otra lavor;

más amava la tierra que non al Crïador,

era de muchas guisas omne revolvedor.

O las primeras frases del Quijote, de Miguel de Cervantes, escrito en el Siglo XVI:

En vn lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que viuia vn hidalgo de los de lança en astillero, adarga antigua, rozin flaco y galgo corredor.

Vna olla de algo mas vaca que carnero,

salpicon las mas noches, duelos y quebrantos los sabados, lantejas los viernes, algun palomino de añadidura los domingos, consumian las tres partes de su hazienda. El resto della concluian sayo de velarte, calças de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo, y los dias de entre semana se honraua con su vellori de lo mas fino.

Lo primero que comprobamos es que el castellano o español, como quieran ustedes, ha ido evolucionando, y lo segundo es que nadie escribe así ahora.

Es decir, su uso ha ido cambiando a medida que cambiaba la sociedad, y ninguna Real Academia puede ir en contra de ello, sino aceptarlo y ayudar a hacerlo lo más correctamente posible dentro de las reglas gramaticales de la lengua de que se trate.

¿Qué hay de malo o incorrecto en los siguientes ejemplos?

Se dice: “Los derechos del hombre”, digamos “Los derechos de la humanidad”

Se dice: “Es responsabilidad de cada Jefe de Departamento”, digamos, “Es responsabilidad de cada Jefatura Departamental”.

Se dice: “La médico Silvia Portes”, digamos, “La médica Silvia Portes”

Se dice: “Las enfermeras”, digamos, “El personal de enfermería”.

También podría poner muchos más ejemplos, para evitar ese mal que proclama la Real Academia de la extensión que produce el nombrar a los dos sexos: En lugar de decir “los hombres y las mujeres”, decir, “las personas”, en lugar de decir, “los niños y las niñas”, decir “la infancia”, en lugar de decir, “los ciudadanos y ciudadanas”, decir “la ciudadanía”, etc. Y si no se puede, ¡no tengan miedo, ni sientan recelo!, nombre a los sexos sin más.

No hay excusa, sólo es necesario poner atención y desentendernos de nuestras propias herencias. Seguramente así, aunque estos procesos siempre son largos, la infancia actual o la siguiente, habrá ya eliminado prejuicios y barreras que a nuestra generación todavía nos cuesta erradicar.

Desde luego, no pretendo decir que con esto terminaremos con la discriminación, la desigualdad, la violencia contra las mujeres, pero pondremos nuestro granito de arena desde las páginas de un libro, de una revista, o en nuestras relaciones personales o públicas.