2 Generaciones Número 6 | Page 7

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CLAUDIA COLIN MÉXICO

Hace un tiempo y debido a mi profesión me veo obligada a leer los diarios frecuentemente. La mayoría de las veces encuentro en ellos relatos de las situaciones de cada país y las fuertes crisis que se viven en casi todas las regiones del mundo. Lo extraño es que, más allá de la indignación lógica que puede surgir del corazón de cada persona y de los 5 minutos en los que tratamos de resolver el mundo en pláticas breves, rara vez hacemos algo para cambiar lo que sucede a nuestro alrededor. Tal vez nos hemos acostumbrado a que “la cosa está mal” y a tener la idea de que eso no es algo que “nosotros podamos arreglar”.

Alguna vez escuché a alguien decir que cuando vemos alguna tragedia en el mundo, solemos sentirnos tristes y esto se debe a que nuestra conciencia sabe que en parte somos responsables de cada cosa que sucede a nuestro alrededor. Me explico: Nuestro día a día ha sido diseñado, específica y perfectamente, para cada uno. Cada persona que encontramos, las canciones que oímos, el jefe que tenemos, la familia en que vivimos, el lugar donde nacemos… nada es casualidad. Nuestra realidad es el escenario dentro de un programa que ha sido diseñado para un fin específico: brindarnos la oportunidad del aprendizaje.

Sí, ya sé que suena bastante exagerado, pero piénsalo así. Imagina todo aquello que hemos debido hacer y que dejamos para después, o tal vez lo que no debimos haber repetido en ese día y que una vez más hemos cometido. A veces creemos que las cosas más importantes, las más grandes, son las que determinan nuestra vida. Tal vez, y solo tal vez, las cosas más simples y pequeñas que repetimos incesantemente sean las que sutilmente crean nuestra realidad.

Precisamente la semana pasada fui a un entrenamiento que daba la gente de Recursos Humanos de la compañía para la cual trabajo. Los ponentes nos explicaban los nuevos lineamientos y nos instaban a cambiar de perspectiva. El director de la empresa hacía lo mismo desde un video que se proyectaba en medio de la sala. Hablaban de cómo después de mucho estudiar las probables formas de lograr un mayor crecimiento descubrieron que la clave eran las personas y más aún, la forma en la cual la gente trata a quienes la rodean. Me parecía bastante surrealista escuchar al presidente decir:

“Debemos tratar a todos aquellos con quienes nos relacionamos como personas y no como el medio de lograr algo. Siempre, sin importar si son proveedores, clientes, nuestra familia o la competencia.”

Voz en off: Madre mía! ¿Por qué alguien tiene que venir a decirme eso?

Al final y con mucho dolor, tuve que aceptar que es la verdad. Pero tuve que admitir algo aún peor: que muchas veces hago eso conmigo misma. Me veo solamente como el medio para conseguir algo, para mi o para otros, olvidando todo lo demás. De inmediato mi mente empezó a proyectar (como en una pantalla de cine) un sinfín de imágenes, de situaciones pasadas en las que actué de esta manera conmigo misma.

Entonces pensé que tal vez, la violencia, la inseguridad, la falta de transparencia, los conflictos y todo aquello que veo expuesto en los periódicos, no es solamente algo exterior. Tal vez el inicio de todo eso que odio ha surgido de mí y de gente como yo, desde hace muchos, muchos años. Podría ser, que “el sistema” no nos trata como personas por que nosotros mismos tampoco lo hacemos. A final de cuentas, las compañías, gobiernos y sociedades están creadas por personas que se relacionan de la misma forma que lo hacemos nosotros.

Y tú,

¿cómo tratas a los demás?