2 Generaciones Número 6 | Page 32

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JUAN COLÍN MÉXICO

“PRIORIDADES Y REALIDADES”

Desde siempre, los seres humanos hemos tenido la disyuntiva de elegir entre lo ordinario y lo trascendente. El hombre primitivo buscaba básicamente dos cosas: alimento y donde guarecerse para enfrentar las diversas condiciones climáticas que le rodeaban y tener seguridad ante los depredadores.

Con el transcurso de los siglos, las necesidades han cambiado. Así, por ejemplo, actualmente se tiene la necesidad de tener un trabajo seguro, una casa propia, seguro de salud, un medio de transporte eficiente, etc. Es a través de un trabajo como podemos tener lo suficiente para alimentarnos, pagar una renta y tener acceso a los servicios médicos. Sin embargo, a veces la rutina diaria no nos permite ver muchas situaciones que también son apremiantes y que, en gran medida, la mayoría de la población no considera siquiera como importantes.

Por eso en esta época de consumismo rampante, para muchos comer en un buen restaurante, tener un automóvil último modelo, un celular con la mejor tecnología, acceso inmediato a todo tipo de información mediante el internet y las redes sociales, vestir ropa de marca, tener una membrecía de un club deportivo, de un spa, viajar alrededor del mundo y muchas otras cosas más, se han vuelto obsesiones cotidianas para los que tienen las posibilidades económicas para realizarlo y aún los que no las tienen pero “sueñan” también con poder hacerlo.

Entonces gran parte de la población mundial se enfoca en adquirir los satisfactores que según los medios de comunicación nos presentan como “exitosos”. Porque si alguien carece de los estándares establecidos, es por decirlo amablemente, poca cosa. Es innegable que todos tenemos que comer, vestir, calzar, dormir, educarnos, divertirnos, pero también es cierto que esas son necesidades que aún siendo básicas para vivir, dejan de lado aspectos prioritarios para la vida diaria.

Sabemos que el ser humano es un ser “tridimensional”, es decir, está compuesto de: cuerpo, mente y espíritu y, por lo tanto, las necesidades a satisfacer no deben circunscribirse al aspecto material, es decir, al cuerpo. Es tan importante o más que ello el alimentar también la mente, cultivándonos, siendo innovadores, creativos, diseñadores de nuevas formas de convivencia y desarrollo social, así como también lo es tener un espacio de nuestro tiempo para emplearlo en los aspectos espirituales de nuestras almas. De la misma forma que muchos artefactos de nuestra existencia están hechos para que funcionen integralmente, así mismo lo está nuestro ser tridimensional y debemos funcionar coordinadamente con los tres aspectos antes descritos para poder llevar un existencia saludable. De ahí que los griegos decían “cuerpo sano en mente sana”.

Actualmente las sociedades están mecanizadas. Se ha perdido la capacidad de asombro y los “sueños, ilusiones y fantasías” tan necesarios para el desarrollo de nuestras personas, se han dejado en el baúl del olvido para vivir una “realidad” enfocada a lo material. Ahora cobra importancia el adagio aquel de “cuánto tienes, cuánto vales”. Y lo peor es que como quien corre en una pendiente desbocadamente sin poder detener su loca carrera, así seguimos actuando cotidianamente, sin saber a dónde vamos, o qué queremos. Ello aparte de distraernos de los verdaderos valores que deben imperar en toda sociedad, nos ha conducido a tolerar las más diversas manifestaciones de la brutalidad humana: crímenes, secuestros, pederastia, drogadicción, prostitución, abuso de poder, maltrato familiar, etc., todo en aras de “tener dinero, tener poder”. Cuánta ceguera y descomposición de toda la sociedad. Unos actuando, otros tolerando.

Y como decía aquel comunicador de los años setenta Raúl Velasco: “y aún hay más”. ¿Nos hemos dado cuenta de cómo se han incrementado enfermedades como la depresión, la presión arterial alta, el estrés, la diabetes, los déficits de atención y otras muchas más? Todo el mundo corriendo tras lo “necesario” para después perder lo realmente valioso: nuestra tranquilidad, la felicidad, la alegría de vivir, de compartir, de entregarnos a la verdadera satisfacción: vernos como hermanos e interactuar con los demás con un afán de aceptarlos, de ayudarlos, de escucharlos.