27
ANA HERNÁNDEZ MÉXICO
“Todas las mañanas que viví, todas las calles donde me escondí,
el encantamiento de un amor, el sacrificio de mis padres, los zapatos de charol,
los domingos en el club, salvo que Cristo sigue allá en la cruz,
las columnas de la catedral y la tribuna, gritan gol el lunes por la capital”
Fito Paéz.
En la vida de todas las personas hay de todo un poco, aunque a veces la cosa no es equitativa, a veces hay más alegrías que decepciones y viceversa, pero todo esto lo único que hace es que nos sintamos vivos aunque de pronto creamos que vamos a morir debido a las circunstancias.
Definitivamente siempre habrá algo que contrarreste nuestro mal estar, generalmente estas cosas, cómo todo lo que realmente vale la pena, viene en pequeñas dosis, pero si se las sabe apreciar resultan una medicina increíble. ¡Verán!, por ejemplo, hace un mes mi novio me despidió, me tronó, me mandó a la china, etc. Ese mismo día pues mi solución inmediata fue llorar como una Magdalena y las mil preguntas de rigor para estos casos ¿en qué fallé? ¿Por qué no me quiere? Después llegaron las suposiciones ¡encontró a alguien más! Para caer al final en la posición de victima casi inevitable ¡pero si yo soy tan buena! ¡Pero si le di toda la confianza! Bla bla bla. Al siguiente día, obviamente fui a trabajar, porque, después de todo, el mundo no se detiene, sigues escuchando el ruido del tráfico, las aves siguen llegando a los árboles, tu familia sigue desayunando, en fin todo sigue igual, lo único que está fuera de lugar es tu corazón, pequeñísimo detalle. Tú no llegas al trabajo contándole a todo el mundo que el novio te botó, según yo ¡¡llegué de lo más normal!, saludando a medio mundo con mi característica sonrisa, pero al cabo de 10 minutos después de la entrada, llegó a mi oficina un café, como a mí me gusta, acompañado de las galletas que me gustan, con un recadito de por medio que decía: ¡¡¡alégrate!!! ¡Que tengas lindo día, no! Pues para que les voy a mentir, ese día no pensé en mi ex, literalmente ese detalle sí me alegró el día. Y al llegar a casa, pues ya sola, me atacaban los recuerdos, pero al correr de los días afortunadamente recibí muchos abrazos, besos y hasta dulces de las mejores personas que son los niños; dicho sea de paso, esto me sorprendió bastante, hasta pareciera como si supieran que la estaba pasando mal, pero con ese remedio no hay mal que no se desvanezca.
LA RUTINA NO SIEMPRE ES LA MISMA
Continúa en pág.: 28