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SOFÍA GARCÍA CRUZ MÉXICO
El convivir unas horas con los niños de la calle que viven en esta ciudad, me hizo recapacitar en la mecanicidad que existe entre nosotros, pues en nuestro diario vivir no nos preocupamos mas que de nuestro bienestar, sin voltear la cara para ver que estas criaturas, que necesitan de todos nosotros, son olvidados fácilmente cuando los encontramos en las calles, y a veces hasta nos molestamos con ellos. El detalle de darme de comer me movió las fibras internas, y no pude menos que reconocer la bondad y el deseo de compartir, así como de proteger a uno de los suyos, pues si estábamos conviviendo ya formaba parte del grupo.
Las crisis económicas, familiares y sociales determinan de manera alarmante el crecimiento en el número de niñas y niños que viven y trabajan en la calle, que provienen de grupos familiares y de comunidades populares que no logran proporcionarles lo humanamente básico y que, como resultado de una pobreza histórica, no cuentan con herramientas fundamentales para su crianza y educación; por lo que son comunes las historias de maltrato, desintegración y/o abandono así como explotación por parte a veces de los mismos padres que los obligan a hacer labores denigrantes para conseguir dinero y satisfacer sus vicios
Las políticas públicas han puesto poca atención a las condiciones que colocan a esta población infantil en riesgo de vivir y trabajar en la calle; de hecho, programas como el Progresa (hoy Oportunidades) aún no operan en las principales ciudades en donde se ha registrado la mayor presencia de este fenómeno social, ni han sido diseñados o adaptados para las características particulares que presenta. Basta con poner atención y recordar que son seres humanos, niños que necesitan atención, ropa, alimentación, cuidados como nuestros propios hijos. Sin embargo existen miles de estos pequeños que “sobreviven” con lo que, a la medida de su edad y posibilidades, consiguen en la calle.
El uso político y publicitario que algunos actores públicos han hecho del tema de los niños de la calle, no se corresponde con una inversión apropiada en infraestructura y financiamiento para apoyar y complementar las acciones que realizan los organismos no gubernamentales a quienes se les ha adjudicado la responsabilidad de atender a la población que ya vive y trabaja en la calle. De manera frecuente, autoridades públicas, sobre todo del ámbito local, realizan acciones que violan sus derechos y les colocan en una posición de mayor vulnerabilidad, sufriendo vejaciones, robos y todo aquello que les va dejando huella y desconfianza durante su corta vida.
La falta de apoyo a metodologías apropiadas, a través de una normativa que permita obtener fondos públicos permanentes y de buena calidad, coloca serios obstáculos para lograr un mayor impacto en los esfuerzos para revertir o contener los severos daños que padece esta población (a su salud y a sus condiciones generales de vida por causa de violencia, explotación o discriminación) lo que lleva un mayor arraigo a la calle y la presencia de formas más complejas de vida callejera (jóvenes en la calle, madres adolescentes callejeras y generaciones nacidas en la calle).
Los niños de la calle tienen que pertenecer a una red social, ya que ésta posibilita su arraigo, su identidad y la solución a cubrir sus necesidades básicas. Una red social es también una alternativa para enfrentar la soledad, el frío y la inseguridad, y un recurso para satisfacer necesidades individuales, emocionales.