2 Generaciones Número 6 | Page 22

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SOFÍA GARCÍA CRUZ MÉXICO

En la calle, que ejerce una atracción, porque supone la evasión de la problemática familiar, esos niños van adoptando un modo adulto de vida. Aprenden a sobrevivir por sí mismos, pero sin dejar de relacionarse con otras personas y el mundo. Un elemento clave, ligado a la calle, es el trabajo. Algunos de esos niños tienen que trabajar para comer. Sin embargo, lo que finalmente está debajo del trabajo y se puede tejer es la red social.

No es raro encontrar durante la noche a gran cantidad de estos pequeños que salen a “vivir lejos de las miradas críticas y curiosas de la gente”, a disfrutar de los pocos parques o calles para jugar una “cascarita” sin temor a ser amonestados por los policías. Tienen un alto grado de respeto entre ellos y buscan siempre apoyar al compañero o amigo sin importar si hay mucho o poco para sobrevivir.

Podemos observar a niños que trabajan, limpiando parabrisas y/o vendiendo cigarros; otros que se dedican a la mendicidad o a la venta de chicles (algunos ya son adictos a drogas).Sus edades varían: de los ocho a los doce años, incluso hay adolescentes. Los niños conviven con niñas, incluso mamás y sus bebés.

Los ingresos que logran percibir estos niños oscilan entre los $ 150 y los $250, en promedio, por niño. Pero si a alguno le va mal (por ejemplo, no puede trabajar como limpiaparabrisas porque está lloviendo), todos comparten lo ganado, lo conseguido, porque forman parte de una red de apoyo en la que se aceptan normas y valores establecidos por ellos mismos, y siempre buscando la manera de ayudarse mutuamente.

La confianza, la fraternidad y la solidaridad son elementos que les permiten enfrentarse a la vida en la calle. Hay un alto grado de solidaridad ante conatos de agresión, ya de automovilistas, de policías, de transeúntes, o ante otros riesgos, como enfrentarse a otros niños, adolescentes o quien sea que no les permita trabajar en determinadas esquinas o a ‘adultos viciosos’ que se aprovechan de ellos. Al integrarse, a partir de un profundo sentido de solidaridad, a una red social, los pequeños de la calle reciben de sus amigos un sentimiento de seguridad, afecto y protección que reduce o elimina la ansiedad surgida como consecuencia de la separación de su familia. Ahora bien, el grado de cooperación entre ellos varía en función de la naturaleza de sus objetivos, de la urgencia de realizarlos y de la dificultad para alcanzarlos.

Los niños de la calle deben tener otro tipo de vida que les permita modificar sus condiciones actuales. No se deben sentir juzgados, perseguidos y menos aún maltratados. Creo firmemente que todos merecemos al menos una oportunidad y apoyo para continuar, y estos pequeños y pequeñas también lo necesitan y si está en nuestras manos hacer algo por ellos, hagámoslo. A veces escuchamos comentarios hirientes como “tan pequeño y “drogado”, ¡qué barbaridad pero que mugrosos están!, y yo preguntaría: y ¿qué hacemos para ayudarlos?, ¿nos interesamos en saber siquiera si hay instituciones que les apoyen? Actualmente existen lugares como Patio, Valdoco y Ciudad del niño Don Bosco que gracias a Dios apoyan a los Niños de la Calle, y que necesitan voluntarios para poder seguir operando. ¿Te interesaría participar?