Merçé Sànchiz
Si no aceptas estos cambios, tendrás que cargar con las consecuencias.
El gallo tenía los ojos abiertos como platos, la cresta tiesa, encendida, y las plumas erizadas, no se sabe si de incredulidad por lo que oía o por que no entendía nada de lo que dijo la gallina.
Fuera lo que fuera, no les hizo ningún caso. Así que siguió galleando como siempre, y como lo habían hecho por los siglos de los siglos sus antepasados.
Las gallinas pasaron a la acción y cada vez que ponían escondían los huevos, enterrándolos bajo tierra, lo que ocasionó que los dueños de la granja creyeran que el gallo ya estaba viejo y no podía cumplir con su función reproductora, y un buen día le cortaron el cuello y lo echaron al puchero para hacer caldo.
Ante este suceso tan trágico, algunas gallinas pensaron que se habían pasado, otras que se lo tenía merecido y otras, que ya le habían advertido.
Al cabo de unos días les trajeron un nuevo gallo, joven, muy joven, al que inmediatamente le cacarearon sus peticiones y le contaron lo que le pasó a su antecesor por no hacerles caso. El gallito, que era la primera vez que se veía en estos menesteres, se asustó mucho. Les confesó que no estaba preparado para asumir tantas responsabilidades y se puso a llorar desconsoladamente de miedo por lo que le esperaba. Las gallinas, que lo veían como un hijo, se enternecieron y le dijeron que no se preocupara, que lo entendían, y que le ayudarían a escapar y así evitar que le cortaran el cuello.
Y así lo hicieron. Con sus picos abrieron un boquete en la malla metálica que rodeaba el gallinero y el pollito pudo salir volando por allí. A la mañana siguiente, los dueños de la granja creyeron que una zorra lo había robado pasando por el agujero, y no les quedó más remedio que traer a otro.
El tercero que llegó al corral, para sorpresa de las gallinas, se puso muy contento cuando supo lo que las gallinas esperaban de él. Incluso se ofreció a bañar a los pollitos y a organizar cada domingo un festival de música y un desfile de carrozas.
Las gallinas estaban encantadas de que, por fin, alguno les hiciera caso.
-En lo único que no voy a poder complaceros es en lo del “aparearse” con alguna de vosotras.