Una Historia de Huevos
Cuentan que un día de marzo de hace ya muchos años, las gallinas de un gallinero estaban hartas, muy hartas, lo que vulgarmente se dice, hasta los huevos.
-Yo ya no aguanto más-, decía una.
-A mí me está costando la salud. Acabo de entrar en depresión-, decía otra.
-Tenemos que hacer algo sin más demora-, dijo la más atrevida de todas.
Y por la noche, cuando tanto los humanos como los animales de la granja dormían plácidamente, se reunieron en asamblea y, tras un largo debate, dicidieron presentarle al gallo por la mañana, un manifiesto exigiéndole una serie de cambios en su manera de tratarlas.
Al alba, como todas, el gallo cantó y por el gallinero se extendieron los nervios, pues había llegado el momento de hablar con él.
La gallina atrevida se erigió en portavoz y, ante la mirada incrédula del gallo le cacareó sus peticiones:
1º.- No nos darás más picotazos.
2º.- No nos arrancarás más plumas, no nos perseguirás nunca más por el corral.
3º.- Compartirás con todas nosotras tanto el maiz como las sobras que nos den para comer.
4º.- Cuando quieras aparearte tendrás que preguntar a cuál de nosotras le apetece.
5º.- Cuando pongamos los huevos te turnarás con la madre para darles calor hasta que nazcan los pollitos.
6º.- Sacarás de paseo a los pollitos día sí día no.
7º.- Los sábados limpiarás con nosotras el gallinero.
8º.- A las siete de la tarde, en lugar de gritar kikiriki, recitarás un mantra tibetano hasta que nos quedemos dormidas.