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¿Quién estudia a quién?
Cuántas veces nos sucede que estamos en un camino de aprendizaje, cuando ya no tenemos que justificar porqué estamos estudiando tal o cual enseñanza, y no tomamos la responsabilidad o no aplicamos ese conocimiento y, sin darnos cuenta, estamos perdiendo el tiempo miserablemente.
A cada uno de nosotros le llega el momento de aprender que no solo somos un cuerpo físico, sino que además hay algo más adentro esperando el momento de emerger o de buscar la manera de como comunicarnos internamente.
Cuando a nuestra vida llega la oportunidad de descubrir el conocimiento, es el momento justo para seguir ese camino y revalorarnos con lo que tenemos como aprendido, sin justificaciones ni miedo.
¿Quiénes somos realmente para dejar pasar la oportunidad que llega a nosotros? O, peor aún, ¿por qué nos cuesta tanto trabajo aplicar este conocimiento a nuestra vida?. De seguro son nuestros dogmas o la manera en que hemos sido educados, pues esto nos seguirá hasta que decidamos modificar nuestro aprendizaje.
Este cuento Sufí, nos habla de alguien que cree que ya lo sabe todo, cuando en realidad no ha aplicado lo que ha aprendido. La mejor manera de conocer y comprender es APLICAR.
La comprensión es un arte que se desarrolla día a día, en ese esfuerzo que estamos realizando en nosotros mismos buscando sinceramente poner en práctica ese conocimiento. Descubriendo las reacciones que tenemos y viendo como somos en realidad pero, sobre todo, sin justificarnos. Ese esfuerzo, por pequeño que sea, un día, sin esperarlo, llega a nosotros, como por arte de magia, transformado en comprensión.
La comprensión es esa acción que, después de mucho tiempo de realizar un esfuerzo, cuando se busca sinceramente cambiar de comportamiento, en una fracción de segundo uno entiende, no solamente lo que le pasa, sino también lo que le pasa a otros, como si en ese momento se llenara de una luz que lo muestra todo, completamente todo y, en verdad, comprende todo en su conjunto, muy ampliamente.
El sendero en el que nos encontremos debemos, sobre todo, amarlo, sentirlo, anhelarlo y él nos mostrara su verdadero camino, a veces sinuoso y otras muy escarpado, pero lleno de verdadera SABIDURIA.
Dejemos el miedo a un lado, el qué dirán, los juicios, los señalamientos, pero, sobre todo, la pereza y la justificación.
Cuando busques un camino pregúntate ¿QUIÉN ESTUDIA A QUIÉN?, y espero que la respuesta sea, ME ESTUDIO A MI MISMO.