2 Generaciones Número 3 | Page 28

Juan Colín

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Salí en silla de ruedas porque, obviamente no podía caminar, y sin movimiento en los dos brazos, con los dos pies totalmente ennegrecidos y con una costra en toda la planta de los pies y en los dedos y uñas de los mismos. Gracias a Dios todo eso se ha venido recuperando y hoy ya me valgo otra vez por mi mismo, ya que al principio me daban de comer en la boca, baños de esponja, me trasladaban al baño, me cargaban para ir al hospital y para pasarme a la cama a la hora de dormir.

Dos sentimientos quedaron impresos permanentemente en mi vida actual.

El primero de ellos un agradecimiento profundo, primeramente a Dios, en seguida a la Santísima Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de los Ángeles. Agradecimiento a mi esposa Sofía Eugenia, a mis hijos: Juan Carlos, Miguel Ángel y Claudia Elena, así como a mis dos nueras y a mi yerno. Así también a mis hermanos Rogelio, María Teresa, Adán, María del Carmen, Ofelia y Gustavo, a mis sobrinos y sobrinas y en general a todos mis parientes, amigos y vecinos (algunos de ellos tuvieron a bien hacer cadenas de oración, mandaron hacer misas por mi salud o hicieron “mandas” para que me recuperara). A los médicos, sobre todo a los de Terapia Intensiva, a los técnicos radiólogos, personal de laboratorio, enfermeras, afanadoras, personal de nutrición y en fin a todos quienes oraron o realizaron alguna actividad en mi favor, MUCHAS GRACIAS.

El segundo, un deseo claro y profundo de vivir la vida verdaderamente, es decir, con una nueva actitud, ya que estar ante las puertas de la muerte le cambia a uno la visión de lo que debemos entender por “vivir”. Para ello me remitiré a un pasaje de la Biblia que me parece escrito precisamente para mí.

“Un día mientras predicaba, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola (comparación): “Un hombre tenía un viñedo y plantó dentro de él una higuera. Un día fue a recoger higos y no los encontró. Llamó entonces al administrador y le dijo: durante tres años seguidos he venido a tratar de recoger frutos de este árbol y no los he encontrado. Córtalo, porque ¿para qué ocupa la tierra si no produce nada? Entonces el administrador le dijo: Señor, déjalo un año más, lo podaré, lo abonaré y si el año que viene no produce nada lo cortaré”

Haciendo una reflexión entiendo la parábola como que la viña es el mundo; el dueño de la misma es Dios; el administrador es Jesucristo, la higuera soy yo, quien no produce frutos soy yo.