2 Generaciones Número 3 | Page 27

Testimonio

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Hoy, después de siete meses me pregunto: ¿Por qué me sucedió la enfermedad el día en que ayudaba la señora Estela? ¿Quién o qué le hizo llamar a mi hija Claudia precisamente ese día, cuando yo más lo necesitaba? ¿Por qué llegó inmediatamente después mi hijo sin que nadie le avisara? ¿Cuál es la razón por la cual mi hijo Miguel Ángel, que generalmente cubría guardias en el hospital estaba ese día disponible?

Y aún después en el hospital (que está ubicado a escasos cinco minutos de la casa) cuando le dieron el reporte de mi salud a mi hijo, éste sintió la necesidad de pedir ayuda a un colega, el Dr. Alejandro Luque, a quien llamó y encontró disponible para que posteriormente por medio de él me trasladaran a otro nosocomio ya que en el primero me habían desahuciado. Es decir, todos aquellos que me rodeaban, estaban disponibles ese día, cuando lo común era que por sus actividades, estuvieran, o bien ocupados, o bien no fueran localizables. Todo fluyó maravillosamente bien.

Cuando me llevaron al Hospital de Nutrición, al sur de la Ciudad de México, iba yo entubado y con todos los medicamentos necesarios en una ambulancia particular que tenía la misión de recorrer los casi 60 kilómetros que hay entre el primer hospital y el de Nutrición, en el menor tiempo posible, ya que mi vida estaba en grave peligro. En este último lugar el diagnóstico fue similar al primero. Había pocas esperanzas de salvarme. Pero se mostraron totalmente comprometidos con hacer su máximo esfuerzo.

Ingresé el día 18 de enero y durante los siguientes 28 días estuve internado en Terapia Intensiva. Durante ese tiempo tuve sueños, pesadillas y, en algunos momentos, estados de total inconsciencia; tuve también visiones de sitios desagradables, pero también debo decir que otros eran de gran belleza. Sentía calor, tenía permanente sed y un estado físico de gran incomodidad. Quería moverme y no lo lograba y me sentía atado y enclaustrado. Por momentos sentía desesperación y por momentos estaba en paz. Hoy que lo veo en retrospectiva, creo se manifestó en mí la eterna dualidad de la lucha entre el bien y el mal.

En una de estas visiones, había unos sujetos vestidos como militares quienes con una actitud de crueldad absoluta, me gritaban, amenazaban y proferían improperios contra mi persona. Pero la verdad, en esa visión, nunca llegaron más allá de las amenazas. En este mismo sueño, se me apareció una mujer menudita (bajita y delgada) de rostro sereno y con una mirada que irradiaba una gran paz y amor y ella, cuando los tipos no estaban, se acercaba a mi y me consolaba. Me secaba el sudor de la frente, me persignaba y me decía que no tuviera miedo, que tuviera confianza.

Hoy puedo decir, con toda seguridad, que esta mujer representaba en esos momentos la presencia de la Virgen María. Provengo de una familia católica y fui educado por unos padres maravillosos, quienes me transmitieron buenos principios, valores morales y una absoluta fe en Dios y en la Santísima Virgen. Ella fue mi intercesora ante Dios para que me dejara con vida. Estuve todavía unos días en Terapia Intermedia y encamado en un piso del Hospital de Nutrición, pero gracias a Dios y a la Virgen, pude salir de ahí el día 1 de marzo del mismo año, es decir, estuve 45 días internado debatiéndome entre la vida y la muerte. El diagnóstico inicial fue que sufrí una Miocarditis Viral (infección en el corazón).