Un día de febrero mi querida tía Chenchita (q.e.d.) me llamó a la oficina para saludarme como solía hacerlo, ella presentía que algo me ocurría, y se lo conté, así que me hablo como solo ella sabía hacerlo, con la sabiduría que la caracterizo y encontré la Luz. Mi prima Mago se enteró y estuvo conmigo visitando médicos y hospitales. Pero después de recibir el mismo diagnóstico, me deprimí y solo quería que todo acabara. Una mañana de sábado mientras estaba sola en mi oficina, escuche un relato que cambio todo. Había una niña que amaba mucho a sus padres, en una ocasión mientras visitaba una tienda con su madre miro una pulsera de perlas de fantasía de la cual se enamoró. Le pidió a su madre que se la comprara, pero ella le dijo que si la quería tendría que ahorrar y esforzarse para comprársela ella misma. La niña decidida a conseguir lo que quería ahorro dinero y por fin se compro su pulsera. Todos los días al regresar su padre a casa le pedía que le regalará su pulsera, pero la niña solía traer de su recamara algún juguete que también amaba mucho, y le decía a su padre: No puedo darte mi pulsera pero puedo regalarte el caballo de peluche que tanto me gusta. Un día el padre llego cansado y preocupado y por primera vez no le pidió a la niña que le regalara su pulsera, así que como la niña vio triste a su padre decidió consolarlo regalándole lo que más quería, su pulsera de perlas de fantasía, entonces su padre saco una bolsita roja y se la dio a su hija. Cuando la niña abrió la bolsa encontró una pulsera de perlas de verdad. En ese momento entendí que mi padre me estaba pidiendo algo y que seguramente tendría algo mejor que regalarme, en ese mismo instante decidí regresar con la Dra. María Elena dispuesta a lo que fuera, le dio gusto verme y saber cual era mi decisión, inmediatamente programo la cirugía, aunque había pasado mucho tiempo y mi condición había pasado de grave a “haremos lo humanamente posible”. En la semana siguiente hable con mi familia y les conté lo que me sucedía y que el fin de semana me operaban. Me realice los estudios preoperatorios y mi condición era muy delicada. La anestesista al ver los estudios, rechazo participar en la intervención, porque estaba segura que ya no había nada que hacer y lo más seguro es que no saliera de la operación. Los doctores hablaron con ella, la llevaron a la habitación y me la presentaron, después de media hora de convencimiento accedió. Durante la intervención ocurrieron muchas cosas raras, que me llevaría mucho tiempo contar, pero el Milagro se dio. Pase tres días críticos, en los cuales la doctora Ma. Elena y mi madre me cuidaron noche y día.
Cuando desperté, el primer rostro que vi fue el de mi querida tía, me dijo aquí estoy, todo esta bien. Le dije me duele, y me respondió: Lo sé. No solo me dolía el cuerpo sino el alma.
LA SEGUNDA SEÑAL
Alma Alicia Hernández