Son necesarios una mujer y un hombre para engendrar a un hijo, pero también son necesarios ambos para el buen desarrollo de ese nuevo ser. La madre, a través de su intuición, crea un lazo de vital importancia con el bebé, ya que es capaz de saber si el niño llora porque tiene hambre, frío o está enfermo. La madre es capaz de traducir todas las señales que su hijo emite. Y el padre crea este vínculo a través de la voz, ya que mediante su tono da seguridad y confianza, o bien crea límites a la conducta del hijo.
El padre proporciona un elemento único y esencial en la crianza del hijo y su influencia es poderosa en la salud emocional. La madre le dice: "con cuidado", y el padre le dice "uno más", al estimular al pequeño a subir otro peldaño para que llegue a la cima. Juntos, tomados de la mano, padre y madre guían al retoño en el camino de la vida.
Ser padre hoy es abrirse al mundo emocional y psíquico de sus hijos, sabiendo cuales son las preocupaciones que ellos tienen.
El padre es capaz de trascender sus propias preocupaciones para atender a la de sus hijos. El padre ve al hijo en términos distintos a los de la madre. El padre siempre tratará de proporcionar los medios y herramientas que les permitan alcanzar su máximo potencial en el desarrollo de las metas que se han propuesto. Y, a diferencia de la madre, lo hará desde la perspectiva de la libertad responsable, y no desde el apego que se torna en dominio en la madre.
El padre de hoy conoce más de cerca a su hijo, lo guía con firmeza y le inculca valores profundos que le permitan crecer, porque ve en él, no sus limitaciones, sino todas sus potencialidades, y se siente orgulloso por cada paso que su hijo alcanza en su desarrollo.
Es importante que en todo momento los padres recuerden que su participación en la vida de sus hijos desde el primer día, mejorará la relación con ellos a corto y largo plazo y los ayudará a desarrollarse mejor.
ALICIA HERNÁNDEZ
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