2 Generaciones Número 10 | Page 7

MÉXICO

Soy hija de un padre que a pesar de todo lo que vivió, a pesar de ser huérfano de madre a los tres años, e hijo de un padre (que ante la pérdida de su esposa y dos hijos cayo en el alcoholismo), ha sabido ser el mejor padre que hubiera podido tener.

Mi padre tenía 23 años cuando yo naci, y los mejores recuerdos de mi infancia son al lado de él. Ahora sé que él deseaba un hijo varón y, al no ser así, me crio a su lado hasta que tuve que ir a la escuela. Uno de los muchos recuerdos que tengo de mi padre fue cuando tenía dos años y mi hermanita iba a nacer, lo recuerdo preparándome la mamila, poniéndome la pijama y cuidándome tan bien como lo hacía mi madre.

Todos los días me iba con él al trabajo y cuando regresábamos a casa de noche, me acurrucaba en el asiento del camión de volteo y me decía que viera como la luna me seguía, para que no me durmiera o me decía que estuviera atenta porque de noche salían los conejos en la carretera, y que le avisara para que no fuera a atropellar a alguno. Hasta le hizo un agujero al piso del coche para que cuando tuviera que hacer pipi, no me tuviera que bajar.

Mi padre me enseño a respetar a la naturaleza, a querer a los animales, a jugar en la tierra, a amar el ejercicio, a ser compasiva con la gente, a ser compartida con mis hermanos, a cuidar de la familia cuando él no estaba, me enseño a conducir, y hasta me enseño a disparar una pistola magnum… Pero la enseñanza más importante que mi padre me ha dado es la de amar la vida, y luchar por lo que uno desea, siempre y cuando no dañes a nadie.

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