A LA MADRE QUE NO FUE
Abriste el balcón una mañana
y cambió tu vida.
La locura se instaló en tu alma.
Mientras la ciudad se quemaba
ardían también,
tus ilusiones, tu futuro, tus esperanzas
Te arrebataron la juventud y la cordura,
los tanques, la bombas, los muertos,
el olor a carne quemada.
Querías gritarle a Dios
que ordenara parar la matanza,
pero sólo ayes y lágrimas
anidaban en tu garganta.
¡La loca, la loca! gritaban los niños
señalando tu figura inmóvil,
siempre asomada al balcón
sin importar las sirenas y lo bombarderos,
sembrando a su paso la destrucción.
¿Para qué esconderme si lo que quiero
es morir?
¿No os dais cuenta de que el vivir me duele?
Apuntad al corazón y aliviadme para siempre
de sufrir este horror.
Mi madre no murió en la guerra,
allí desapareció, para siempre y sin compasión,
la mujer que pudo haber sido
y que la locura consumió.
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