Sobre el periodismo subastado
Por. Nicolás Rocha Cortés
Rodolfo Walsh dijo alguna vez que -el periodismo es libre o es una farsa-. Esa libertad, que tanto clamamos y por la que muchas veces marchamos, nos permite escoger entre rematar la deontología de nuestra profesión al mejor postor o suministrar artículos de calidad, no sólo comunicados de prensa o publicidad mal disfrazada de reportaje.
La política ha permeado la prensa en Colombia desde su inicio. Los partidos políticos, el gobierno de turno, aquellos pocos (que en realidad son muchos) que gozan de un apellido “soberano”, o simplemente aquellos líderes populares letrados que tenían acceso a la imprenta, hicieron de los pasquines y periódicos su twitter arcaico.
Uno creería que con tanta revuelta por la independencia y el liberalismo los medios cambiarían. Algunos lo hicieron, cambiaron … pero de dueños, de resto, el discurso partidista siguió siendo el mismo. ¡Qué si el alcalde es de izquierda, no se habla bien! Qué si una empresa paga unos cuantos cientos de millones se habla bien de ella, o que si una investigación toca alguno de los amigos de nuestros mandatarios, es mejor no sacarla.
En una entrevista para El Malpensante, Gerardo Reyes afirma que mientras trabajaba en la Unidad Investigativa de El Tiempo “No aceptábamos regalos ni invitaciones. Nada que pudiera poner en riesgo nuestra independencia” Qué lástima que actualmente tan pocos periodistas respeten esa independencia.
Como si fuera un remate de medias, esos en los que se vende una docena de “naiki” por dos mil pesos, muchos colegas deben hacer fila para obtener una bonificación por hablar bien de algún Manuel o de algún Álvaro. Muchos más deben abusar de su título de periodistas para obtener favores, montarse en algún avión o comer gratis en algún restaurante cuatro estrellas.
Ante el apocalipsis ético que vive esta región noroccidental de América del Sur resta decir que es necesario hacer un cambio, quizá el desconocer nuestra historia nos condena a repetirla, o a lo mejor, el afán de ser vedettes nos hace olvidar lo que realmente importa, nos hace aminorar ese amor incandescente por la carrera a un simple capricho de adolescencia.
Ojalá sea algo pasajero, ojalá no sigamos siendo jefes de campaña de partidos políticos, ojalá abandonemos los regalos y retomemos la pluma, ojalá recordemos que es ser periodistas. Ojalá nos reencontremos con -el mejor oficio del mundo- como decía Gabriel García Márquez.
El militante obedece al Partido. El Partido decide y manda. El periodista entonces desaparece
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Leonardo Padura