"¿Quién se ha atrevido a herirte?" gritó el gigante. "Dímelo. Iré a coger mi espada
y le mataré".
"No" respondió el niño, "éstas son las heridas del Amor".
"¿Y quién es ése?" dijo el gigante. Un temor respetuoso le invadió, haciéndole
caer de rodillas ante el pequeñuelo.
Y el niño sonrió al gigante y le dijo: "Me dejaste jugar una vez en tu jardín. Hoy
vendrás conmigo a mi jardín, que es el Paraíso".
Y cuando llegaron los niños aquella tarde encontraron al gigante tendido,
muerto, bajo el árbol, todo cubierto de flores blancas.
!20