Digital publication | Page 83

de que negara la autoría de los hechos y el que luego sería dictador envió un comunicado el 5 de mayo en el que se leía: “Guernica no fue bombardeada por mis fuerzas aéreas. Fue incendiada con gasolina de los propios vascos”. Era mentira: Antonio Arzanegi, panadero del pueblo y uno de los pocos propietarios de un coche en 1937, no pudo repostar su Ford ya el día anterior por falta de suministros.

Los ‘nacionales’, apoyados por tropas de tierra alemanas, italianas y marroquíes, conquistaron Gernika a los pocos días. Entre sus medidas inmediatas se decidió el envío a Vitoria del poeta Lauaxeta para su fusilamiento. Montaron también una cocina de campaña para alimentar a la población que había sobrevivido y que había optado por no huir de la represión.

Según la Fundación Museo de la Paz de Gernika, "durante el bombardeo se lanzaron un mínimo de 31 toneladas de bombas". "El centro urbano de la villa quedó totalmente arrasado. El 85% de los edificios -un total de 271- fueron totalmente destruidos y el resto parcialmente afectado. Las bombas incendiarias provocaron un incendio que no pudo ser sofocado en varios días. El Gobierno de Euzkadi registró 1.654 víctimas mortales. El alcalde de Gernika, José de Labauria, expresó que más de mil personas habían perdido la vida, entre ellas, 450 en el refugio de la calle Andra Mari".

“No debe ser admitida, en ninguna circunstancia, una investigación internacional acerca de Guernica”, declaró Hitler el 15 de mayo sobre su macabro ensayo general para lo que vendría años después en la II Guerra Mundial. Así lo confirmó Hermann Goering, el ideólogo político por encima de Von Richthofen en los juicios de Nüremberg: “España me brindó una oportunidad para poner a prueba a mi joven fuerza aérea, así como para que mis hombres adquirieran experiencia”. El Gobierno vasco del exilio intentó que se acusara también por los bombardeos a los líderes militares nazis, pero el proceso sólo revisó la II Guerra Mundial y no la Guerra Civil española.

***

Al caer la noche del 26 de abril de 1937, en el salón del hotel Frontón de Vitoria, los soldados nazis volvieron a las canciones obscenas, a las prostitutas y al alcohol. ‘Trink aus!’. Von Richthofen, antes de regresar a su ‘suite’, pasó revista a su flota aérea en el campo de aviación de Salburua. “Vio que habían disminuido considerablemente los depósitos de bombas. Pero aún disponía de muchas más”, escriben Thomas y Morgan Witts. Como última misión del día, comunicó a Berlín secretamente desde la calle de San Prudencio: “El ataque concentrado ha sido un gran éxito”.

83