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Tras los primeros bombardeos, a eso de las 17.15 horas, uno de los oficiales de las fuerzas republicanas acantonadas en Gernika, el joven teniente Ramón Gandarias, logró localizar un teléfono que siguiera funcionando y alertó de lo sucedido al cuartel general del Ejército vasco, ubicado en Galdakao. Avisó de que “podría haber otro ataque”. Según declaró a los periodistas Thomas y Morgan Witts, sólo le dijeron que “estudiarían” su petición. “Eso significa que no harán nada”, razonó desolado el capitán Juan Beiztegi.

LA GALLARDÍA DE BASURDE. La aviación republicana en el Norte no era operativamente tan potente con la alemana e italiana juntas pero la inferioridad en Gernika la causó su incomparecencia. Moralmente, esta fuerza, que en 1936 había realizado algunos bombardeos en Vitoria, había quedado muy tocada días atrás cuando su mejor hombre, el piloto Felipe del Río, que había derribado a enemigos germanos en combate, falleció en un ataque alemán contra Lamiako. Beiztegi ordenó a los alrededor de 2.000 soldados disponibles en Gernika y alrededores que se guarecieran pero que mantuvieran sus posiciones. Mas algunos ya habían emprendido la huida, para tristeza de algunos guerniqueses y de Gandarias.

Ya un día antes había abroncado a una dotación que huía del frente: “La retirada ha acabado aquí. Estáis obligados a luchar. Todos vosotros. Nada de correr y esconderse. ¡Os aseguro que va a luchar hasta el último de vosotros!”. Frente a la atonía general, otros ‘gudaris’ sí mostraron gran valor. Faustino Pastor, nacionalista conocido como Basurde, mantuvo la posición con una ametralladora durante todo el ataque y trató en vano de impactar en los aviones enemigos. Llegó a desmontar el arma del trípode para usarla como un fusil.

Según contó en ‘El día en que murió Guernica’, falló en todos sus intentos, pero tuvo el “triste privilegio” de ser el primero en fotografiar el bombardeo con su cámara. Como él, el padre Eusebio Arronategi también captó pruebas visuales de la operación alemana. El Gobierno vasco guardó también alguna bomba que no llegó a explotar y que mostraba la firma de la Legión Cóndor.

La propaganda franquista pronto empezó a contrarrestar las denuncias de las que se hicieron eco no sólo los periódicos republicanos de España, como el ‘ABC’ (que pedía ayuda para los vascos), sino prestigiosas cabeceras de Estados Unidos, Reino Unido y Francia, países que sí habían practicado a rajatabla la “no intervención” internacional en la guerra española que Alemania e Italia también cacareaban. El Ministerio de Asuntos Exteriores de Hitler convenció a Franco

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de Vitoria

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