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En ‘El día en que murió Guernica’ se alude a que “en los campos de aviación de Burgos y Vitoria se hallaba dispuesta una fuerza formada por 43 bombarderos y cazas” y que “entre todos transportarían unos 50.000 kilogramos de bombas explosivas, ‘shrapnel’ e incendiarias”. Todo ello era muy ‘proporcionado’ cuando el objetivo aparente era un puente de piedra de 22 metros de largo y 9 de ancho.

A ello hay que sumar el papel de la aviación italiana, que principalmente escoltó en la retaguardia a la Legión Cóndor. Von Richthofen era consciente de que con su máquina de guerra sería más que suficiente, pero Vigón prefirió dar un papel a los aliados italianos para que no se sintieran desplazados. En la operación participaron Heinkel 51, Heinkel 111, Junker 52, Dornier 17 y Messerschimdt 109 alemanes y Fiat CR 32 italianos, principalmente. Las bombas eran de 10, 50, 250 y 500 kilogramos y había también bombas incendiarias de 1 a 4 kilogramos. Los aparatos más ágiles podían volar a 350 kilómetros por hora con una carga de tonelada y media de explosivos.

A las 15.40 horas del 26 de abril de 1937, Von Moreau arrancó su Heinkel. ‘Alles in Ordnung’ (‘todo en orden’). Despegó. La operación contra Gernika había comenzado. Al mismo tiempo que en el aire los nazis gritaron ‘¡Objetivo a la vista!’, dos monjas con prismáticos que hacían de centinelas en la azotea de un convento gritaron ‘¡Avión, avión!’ para activar los mecanismos de aviso a la población, básicamente sirenas y campanas. Fue una falsa alarma. Von Moreau pasó de largo.

Pero volvió. El certero piloto, a pesar de volar mucho más bajo de lo previsto y de tener el puente de Rentería a tiro, soltó las bombas en el centro de Gernika, en la plaza de la Estación. Eran alrededor de las 16.30 horas. Las primeras víctimas ya se produjeron entonces. “Volaban por todas partes piernas, brazos, cabezas y cuerpos despedazados”, comentó años después Juan Silliaco, jefe de la pequeña dotación de bomberos voluntarios del pueblo.

Lo que sucedió hasta pasadas las 19.30 fue más de lo mismo. Los aviones realizaron varias pasadas cada uno descargando sus bombas o ametrallando directamente a lo que se hallaba en su camino. El fuego provocó enormes columnas de humo sobre el pueblo, los edificios se derrumbaron y el pánico se adueñaba de aquellos que no fueron alcanzados por el enemigo y que buscaban desesperadamente un hueco en los atestados refugios.

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