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La responsabilidad de El Buey —a quien no se citará por su nombre, pues ya se hizo en la publicación del 2006- adquiere tintes de verdadera tragedia personal por cuanto era, además de vecino del pueblo, pariente de alguno de los asesinados. Su implicación, posiblemente motivado por un ansia de venganza, está totalmente probada, incluso figura adscrito a la plana mayor (jefatura) del batallón con la graduación de cabo en la nómina de la 2ª Quincena de noviembre de 1936 (4).

Según relata un nieto de un miliciano del Perezagua que no desea que su nombre figure en este artículo y que ha sido recogido por los autores en 2020, oyó a su abuelo contar como “entraron en un pueblo de Álava y entre los 16 y los 60 años fusilaron a todos los varones. El motivo era que dos del Perezagua habían desaparecido y después fueron encontrados ahorcados”, por lo que se trató de una represalia orquestada por la propia jefatura del batallón, cuya responsabilidad es indelegable. Sin embargo, sabemos que también ejecutaron a cinco mujeres y que la edad de las víctimas estaba entre los 17 y los 70 años (5), con lo que el relato, si bien es esclarecedor de la autoría del Perezagua, tiene algunos errores y/u omisiones que son perfectamente comprensibles teniendo en cuenta la gravedad de aquellos hechos y el modo en que fueron sociabilizados en la memoria colectiva de un batallón cuyos milicianos se enfrentaron en muchas ocasiones a situaciones límite durante la campaña: Isuskitza, Villarreal, Asturias, Barazar, Mañaria, Iurre y Artxanda. Nada como la guerra para deshumanizar a los hombres.

Pero aún hay un segundo testimonio sobre aquellos hechos que no fue incluido en el libro sobre el frente de Álava del 2006, y era el del párroco de Nafarrate, Domingo Jakakortexarena Garmendia, euskaltzale y nacionalista vasco, más conocido como Aita Txomin, que sería capellán del batallón Araba (PNV) durante la Guerra Civil. Tras ser detenido por los rebeldes y trasladado a Vitoria al comienzo de las hostilidades, se encontraba de vuelta en Nafarrate ejerciendo su ministerio cuando sucedieron los hechos de Elosu. Según el relato de Jakakortexarena, la cuestión de los dos milicianos del Perezagua que cayeron muertos —la mecha que prendió la pólvora- es cierta, pero no se parece a la versión que luego sería difundida entre los miembros del batallón comunista. El testimonio del sacerdote, natural de la localidad guipuzcoana de Berastegi, fue recogido en su libro “Dos ideales en la vida” y ha llegado hasta nosotros gracias a Jon Gotzon Laburu.

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Combatientes del Ejército vasco en Santoña a finales de agosto de 1937. Allí recaló Texeira, que sería detenido y encarcelado para evitar represalias contra su persona por los sucesos de Elosu. Era gallego y antes de la guerra trabajaba de criado en la carnicería de Jesús Irazola en Ortuella, siendo muy conocido en la localidad minera Fondo Bidasoa/Sancho de Beurko, AHE