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A partir del momento en que tuvo conocimiento de aquello, Malaparte se inmiscuyó —o al menos eso dice, no tenemos por qué dudarlo— en esta cuestión, convirtiéndose en una suerte de interlocutor preocupado por el destino de aquellos jóvenes que presiona inmisericorde a Foxá hasta obligarle a acudir a Nastola en dos ocasiones. Por su parte, el diplomático español transmitiría la información deliberadamente manipulada en su doble vertiente de diplomático y escritor, hasta llegar prácticamente a solapar ambas, como tuvieron ocasión de comprobar Tabernilla y González en los documentos depositados en el Archivo General de la Administración (AGA): la oficial, a través de un informe transmitido a Madrid el 24 de noviembre de 1941, y la pública, por medio del artículo publicado en Arriba cinco días después, lo que nos dice mucho de la prisa que tenía por publicar la primicia.

Y decimos manipulada porque hace un relato falso de aquellos jóvenes, a los que describe como movilizados con engaños, maltratados por los prisioneros rusos y deseosos de regresar a España, siendo precisamente esta última cuestión, cuando conocemos la firmeza de sus ideales comunistas, la que menos se comprende, ya que tardaron más de un año en ser repatriados. Llegar a entender esta última cuestión requería tratar los documentos oficiales con espíritu crítico, pues lo verdaderamente importante aquí es la historia. Una historia que no interesó, más allá de lo meramente anecdótico, a ninguno de los críticos literarios y columnistas que escribieron sobre ella a raíz de la publicación de la edición española de “Diario de un extranjero en París”, más interesados en destacar la polémica que une a Foxá y Malaparte desde que este último publicase su célebre novela Kaputt, en un contexto actual de cierta reivindicación de la obra del talentoso aristócrata, estigmatizado por apologista del régimen franquista.

Ante todo, una cuestión de egos que no puede ocultar las grandes coincidencias que ambos tenían, empezando por la excelente amistad que mantuvieron durante su estancia en Finlandia, en la que sin duda se explayarían a gusto sin molestarse en ocultar un profundo espíritu crítico que les convertiría en personas molestas para el sistema.

Pero estamos totalmente seguros de que en cuanto a vanidad, a decir de sus biógrafos, el español no le hacía ninguna sombra al italiano (de hecho, ni se le acercaba), que era un verdadero espíritu contradictorio que cultivó la amistad de Mussolini y terminó abrazando el comunismo.

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En 2016 el grupo de Recreación Histórica de la Asociación Sancho de Beurko dedicó una escenografía a la memoria de los niños de la guerra que lucharon con la 3ª División de la Milicia de Leningrado, recreando el momento en que partían de la estación Finlyandsky con destino a Carelia

Jesús Valbuena “Tejeval”