ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO CERO (ENERO 2014) | Page 48

Como pasa a menudo con las definiciones de lo etéreo, la de arte es abierta, subjetiva y sobre todo discutible. Morris Weitz dijo que era “imposible establecer cualquier tipo de criterios sobre el arte que sean necesarios y suficientes; por lo tanto cualquier teoría del arte es una imposibilidad lógica y no simplemente algo que sea difícil de obtener en la práctica” y para Ernst Gombrich “en realidad el arte no existe: sólo hay artistas”. Apaga y vámonos. Pero no nos rindamos tan pronto. Atendiendo a la definición que encabeza este artículo, se necesita cierta intención para que algo sea considerado arte. Obviamente en un menú de 10 euros quizás cueste ver esa intención pero, ¿y en la cocina de Mugaritz, Quique Dacosta y Massimo Bottura? ¿La tenía la de elBulli? La respuesta se la dejo a ustedes, pero a mi me parece obvia. Pero a la luz precisamente de la definición de Tartarkiewicz y si entendiéramos el arte como cualquier actividad o producto realizado por el ser humano con una finalidad comunicativa, a través de la cual se expresan ideas emociones o, en general, una visión del mundo mediante diversos recursos, como los plásticos, lingüísticos, sonoros o una mezcla de todos ellos, y recordamos, por ejemplo, que Heston Blumenthal servía uno de sus platos con un ipod en el que se oía el sonido del mar, quizás la alta cocina no estaría tan alejada de todos estos planteamientos. Otra cosa es la valoración que hacemos a posteriori de la obra de arte, o ¿a caso todos los pintores que exponen y venden su obra en la parisina place du Tertre son unos incomprendidos que deberían tener todos sus cuadros colgados en el museo del Louvre, aunque nadie, y mucho menos ellos mismos, les niegue su condición de artistas? Hay quien pueda opinar que la gastronomía o la cocina es básicamente un negocio, una actividad mercantil de la que vive mucha gente. El arte tuvo en un principio una función ritual, mágica o religiosa, para evolucionar después y adquirir un componente estético y una función social tan mercantil como la pueda tener la cocina. O sea, que nadie pintaba, esculpía, componía o escribía por amor al arte, del mismo modo que nadie cocina por el simple hecho de que le guste pasarse horas y horas ante los fogones. Todos esperan ganar dinero con ello, y como el ser humano es de naturaleza avariciosa, cuanto más mejor. Sin mencionar todo el negocio que hay alrededor de uno y de la otra y que conocemos vulgarmente como merchandaising. Además, el arte también tiene una función ornamental y pedagógica. HESTON BLUMENTHAL SERVÍA UNO DE SUS PLATOS CON UN IPOD EN EL QUE SE OÍA EL SONIDO DEL MAR La cocina, quizás no sea ornamental, pues es difícil imaginar que alguien esté tan zumbado como para querer llevarse un Bottura, un Aduriz o un Roca para decorar una pared de su casa, pero yo creo que sí tiene un componente pedagógico. ¿O no nos llenamos todos la boca con lo importante que sería que en las escuelas los niños recibieran formación en este campo? Y ese es sólo un ejemplo. La tradición clásica grecorromana consi-