ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO CERO (ENERO 2014) | Page 35
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Y llegamos al pollo. Observen: las pasadas Navidades oí a Fermí Puig cantado
las excelencias de un tal pollo zombi y convencí a mi suegro que me dejara enterrar uno en su huerto urbano. Ya tu sabes, mantener el bicho bajo las influencias telúricas de las lombrices durante una semana para jugar con los límites
de la putrefacción y la muerte cual Doctor Frankenstein falomir. Metimos en
el hoyo un capón tan chulo que hacía dudar sobre sus inapetencias sexuales en
vida, relleno a la catalana maniére con fruta seca y una trufa de 75 gramos, en
lujoso sudario de lino. La versión oficial que hubo que contar a los quisquillosos vecinos
de parcela fue que experimentábamos con cráneos de chivo
y heces en la línea New Age de
la agricultura biodinámica. No
se lo creyó nadie, pero la amenaza de estiércol que se cernía
sobre sus cabezas bastó para
mantener a raya el espionaje
industrial. En fin, volvimos de
vacaciones con el año nuevo y
se produjo el milagro.
El pollo resucitó oliendo a trufa y a tierra, transustanciado, y
con él chispeó en mi una nueva fe. Bien es cierto que luego
el animal sagrado fue víctima
de la horrenda combinación
de manteca y un horno de leña
a 350º que convirtió un ritual
cristiano en una pira vikinga,
pero eso es otra historia. Lo que cuenta es que con el pollo me divertí, sacié mi
sed de saber y además encontré una conexión mística con el más allá. Y se encendió la bombilla: igual comer es otra forma de resistirse y plantear batalla a la
muerte, que con ella se puede jugar al ajedrez pero no irse de tapas.
Una conclusión provisional: comer es de cobardes. De los que nos negamos a
afrontar con ascética dignidad nuestro negro destino. Una melé embarullada
y una patada a seguir larga, larga, larga, que nos dé tiempo a preparar la comida e invitar algún amigo con hambre (que no nos falten nunca) antes de que
el balón toque tierra. Vaya, comer como quien reza. Comer para no estar solos
en el universo. Y ya tal.