ZOUK MAGAZINE (Versión en Español) NÚMERO 1 | Page 33

33 DI GISI FUE DESPEDIDO POR MANEJAR MAL UNOS BARRILES, COSA QUE EL ESCRUPULOSO SOLDERA NO TOLERÓ Pero en Montalcino era mejor dejar las cosas como estaban. Cuando llegué a mi audiencia con Soldera, la historia se había transformado de Macbeth a Personajes en Busca de Autor. Soldera, siempre con ganas de poner nerviosas a las crías de víboras con furia sibilante, se retiró del Consorzio, el mismo grupo que trató de rescatarle de la ruina. Denunció su oferta de vino como “improcedente, ofensiva y un fraude a los consumidores”. A lo que el consorcio dijo: “No te vas tú, te echamos nosotros”. Y luego le demandaron. Soldera no se hizo ningún favor a él mismo cuando inicialmente dejó que la prensa asumiera que se habían perdido todas las cosechas y más tarde resultara que podría haber hasta 5.000 botellas por añada a salvo. Al enterarse de que Soldera había salvado algo de vino después del ataque, Bindocci, el jefe del consorcio, comentó que “es como en las bodas de Canán”, en referencia al famoso milagro. Soldera continuó alimentando a las lenguas viperinas cuando anunció una subida de precio astronómica de su vendimia de 2006, de 220 a 440 euros. Esto sacaría las botellas fuera de muchas cartas de vinos, pero haría que encajaran muy bien en los sótanos de los coleccionistas, especialmente aquellos que quisieran un trofeo con una historia. En otro giro, decidió etiquetar los envíos de su vino de 2006 como IGT (Indicación Geográfica Típica ) en lugar de DOCG Brunello, un buen par de peldaños más abajo en la escala de la exclusividad. ¿El alza de precios? Eso era sólo aritmética. Perdió la mitad de la cosecha, por lo que necesitaba el doble del precio. ¿La IGT? No necesitaba el nombre de Brunello. La gente que compra su vino compra antes que nada un Soldera. Soldera viene a ser como ese tío que, una vez ofendido, lo está para siempre. Pero hay otras facetas en este hombre: su generosidad, como lo demuestra su Premio Soldera para jóvenes investigadores y su lado tierno, como lo ha demostrado con los gemelos Padovani, de la bodega Campi di Fonterenza. Cuando le visité, se negó a abrirme las puertas de la bodega y escena del crimen, y por contra me ofreció un paseo a través