tomaba fotografías, por lo que decidí dispersarnos y vernos en mi domicilio.
Fui la primera en llegar al punto de reunión y me postré en la ventana para
avisar a los compañeros; así fueron llegando hasta que en contra esquina al
edifico se estacionó el mismo vehículo que previamente nos había seguido
y de él descendieron cuatro personas. Nos sentíamos protegidos dentro de
la casa, pero faltaba en llegar Manuel, uno de los organizadores. Marqué
a su aparato móvil, pero no respondió. Manuel llegó, lo abordaron los
esbirros y lo encañonaron en el rostro. Él no opuso resistencia, lo montaron
en el automóvil y se lo llevaron. No supimos durante semanas qué había
pasado con él hasta que un vecino suyo nos llamó para decirnos que en
su departamento emanaba un olor nauseabundo, fuimos a averiguar y lo
encontramos ahorcado.
Si regresara al país, yo seguiría participando en el movimiento, porque no se
puede ser indiferente.
Rafael Acosta, restaurantero.
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