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el desabasto de alimentos y medicinas, mientras, bloqueábamos las calles y los vecinos salían de sus hogares para apoyarnos con piedras en las manos, víveres y bebidas. Del lado contrario, miembros del Servicio Bolivariano de Inteligencia se hacían presentes sobre tanquetas con la intención de levantar la barricada. Para ahuyentar a los manifestantes, la autoridad realizaba disparos con armas automáticas sin distinción e incluso disparaban a los edificios para amedrentar a sus moradores y así desalentar algún tipo de filmación. El sonido de las balas se escuchaba cortando el aire y la disonancia de la corredera y el griterío desencajado era apabullante. Hubo detenciones ilegales, múltiples evidencias de tortura y persecución. A quienes les tocó vivir aquellas vio- laciones humanas, en las protestas contra del régimen, fueron repri- midos por la “Guardia Nacional Bolivariana”, quienes disparaban con perdigones y gases lacrimógenos a los manifestantes, incluso entraban a los edificios buscando a los manifestantes para detenerlos. Patricia López, refugiada. A las 9:30 de la mañana regresé a casa para buscar un botiquín de primeros auxilio y regresé para asistir a los manifestantes, había muchos heridos. Las ráfagas que desprendían un olor seco y duro persistían; de pronto, él cayó a mi lado. Era poco lo que podía hacer. Empezaron las manifestaciones es- tudiantiles en la que se sumó la sociedad civil, después, iniciaron los asesinatos durante las protestas que ocurrían en las principales ciudades del país. Miguel Sánchez, comerciante. 7 principales para atajar la marcha de los colectivos. La protesta continuó