Hay quienes lo consideran su peor enemigo, que no los deja crecer y desen-
volverse como les gustaría, que no los deja alcanzar sus sueños. Como el
que los engarrota y nos los deja avanzar en ninguna dirección, los para-
liza, los detiene. Puede ser el responsable de estancarnos o también de
salvarnos la vida, de cambiarnos y transformarnos o de lastimarnos; un
arma de doble filo. Hablo de un personaje a quien todos conocemos, y lo
conocemos bien. Me refiero nada más y nada menos que al miedo.
Desde tiempos ancestrales, el ser humano desarrolló el sentimiento de
miedo como un mecanismo de defensa a partir del momento en el que
de nuestro cuerpo que se activa como un sistema de preservación de la
vida en el instante en que sentimos peligro. Estos efectos podrían ser los
responsables de la supervivencia de nuestra especie hasta nuestros días.
Con la evolución del hombre, la función de este sentimiento innato ha
ido modificándose de manera que ya no solo lo utilizamos para huir de
situaciones peligrosas, sino que se ha diversificado la manera en que
sentimos miedo y las razones de por qué lo hacemos. Es como si pasáramos
a una nueva dimensión de temor, del biológico al mental. Este tiene las
mismas capacidades de producirnos reacciones físicas, como acelerar
nuestro corazón, hacernos sudar las manos o paralizarnos, pero es un
tanto diferente. Para ejemplificar lo dicho, me gustaría hacer una analogía
de la transformación de los miedos a lo largo de la vida de una persona.
Los miedos nos acompañan desde los primeros momentos de nuestra
vida, y empiezan siendo una cobardía irracional, que aunque nos puede
paralizar de la misma manera que un miedo más intenso, es mucho más
fácil de superar. Si pensamos en un bebé, podemos imaginar que sus
temores consisten en que la madre lo abandone, sin poder hacer nada al
respecto. Estos miedos siguen estando en un nivel puramente biológico,
porque el bebé no es consciente de sí aún.
Cuando pasamos a los miedos de un niño pequeño, empezamos a ver
35
tuvo consciencia de sí mismo. El miedo funciona como una alerta natural