Zaguán Literario Zaguán Literario 05 | Page 23

No estaba en casa, nunca estaba; pero entre mis llantos posiblemente no lo que provocaba el humo y me encontró frente a la pequeña llamarada de recuerdos. Llena de lágrimas y con los dedos quemados. Entré en una especie de trance, solo recuerdo el fuego y un calor intenso. Mi mamá corrió a llevarme al hospital o al menos eso fue lo que la escuché decirle a una enfermera. Le encantaba ser la protagonista, siempre quería quedar como la heroína aunque no hubiera hecho nada. Creo que trataba de probar que era una buena madre, que a pesar de estar siempre fuera se preocupaba por mí. Esa misma tarde me dieron de alta, porque unas quemaduras de primer grado y un desmayo no eran motivos suficientes para mantenerme internada. Durante el trayecto a casa mi madre me sermoneó. Como siempre yo solo asentía, pero nunca la escuchaba. Estaba harta de sus recriminaciones que terminaban con un: “te digo todo esto porque me preocupas, porque no quiero verte sufrir”. Cuando oía esa frase asentía y sonreía para externar que había comprendido todo lo que me había dicho. Nuestra relación no siempre fue mala, hubo un momento en nuestras vidas que fuimos felices o al menos eso creía. Pero después de que mi padrastro la abandonó, comenzaron nuestros problemas. La perdí paulatinamente y cuando me di cuenta ya no estaba aquí. Estaba irreconocible, siempre que mi padrastro Mario me llamaba para saber cómo estaba, mi mamá me arrebataba el teléfono para reclamarle su abandono y después terminar rogándole que regresara con ella. Un día Mario tocó a nuestra puerta, lo vi desde la ventana y corrí lo 23 logré escuchar cuando llegó. Subió corriendo las escaleras para encontrar