En la escalera
L
a mujer en la escalera que grita tu nombre sigue aproximándose.
Sudas frío. Sabes lo que se acerca. Con ella, decadencia.
Tempestad. El fin se avecina. La adrenalina sube por tus
venas, pero es lo único que puedes sentir en tu cuerpo
ya. Ni tus piernas, ni tus brazos son capaces de
reaccionar. Con ella viene el terror de tus entrañas.
No puedes contenerte en tu parálisis. Oyes los
pasos lentamente. El crujir de la madera se es-
cucha. Otro grito aún más fuerte estremece
tus pensamientos. Tu alma llora por dentro.
Pides a Dios ayuda. Imploras por tu vida.
A lo lejos una silueta se observa entre la
espesura de la oscuridad. Le dices con una
voz tenue, casi sin poder articular —¿qué
quieres?—. La sombra se detiene. Se alcan-
za a ver en su mano un reloj de bolsillo. En-
tre tu miedo le preguntas —¿qué es eso?—
La sombra se acerca a ti. Entonces miras su
rostro descarnado.
En su otra mano, una fotografía. Es la imagen
de la mujer que amabas. La que se ha ido, la que no
volverá. Sientes una mano delgada tomando tu pier-
na. Volteas la vista. Con horror observas a la mujer erran-
te. Su rostro desfigurado cubierto de sangre y de su boca un
olor fétido. Suelta un —¿por qué?—, casi como susurro, pero la
voz te estremece y no contestas nada. Entre el pánico y el temor pateas
su rostro mientras comienzas a llorar.
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