encontraba en la sala de espera del hospital y salió el doctor a decir que habías
nacido. Sin embargo, no todos son buenos recuerdos.
La melancolía nace de la pérdida de instantes, como cuando un padre deja
de estar presente en la vida de su hijo por el trabajo y 20 años después quiere
vivir los momentos que nunca vivió. Tras esta pérdida se diluye como agua la
persona convirtiéndose en un líquido transparente que no tiene nada, ni color,
ni olor, ni sabor. Se entra en una continua rutina de tristeza y falsedad, se finge
ser feliz cuando en realidad se ha perdido la esencia y el sentido de la vida.
Es el anhelo continuo e insaciable como el que siente el niño que pierde su
juguete favorito y jamás lo vuelve a tener, pero conserva el recuerdo constan-
te del oso de peluche café. La melancolía no solo es pensar en el pasado, sino
atormentarse en un sufrimiento constante que rasga el pensamiento como un
lobo destroza a su presa.
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