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LITERATURA COLABORACIÓN ESTAMPAS ESTAMPAS BAJACALIFORNIANAS ROCÍO PRIETO VALDIVIA Nació en Mexicali Baja California norte. Radica en el puerto de ensenada b,c. norte , México. Madre y ama de casa , en sus ratos libres poeta y editora de libros. Cuenta con publicaciones a nivel internacional, nacional y estatal siendo su genero fuerte la poesía, aunque se inclina por la narrativa corta y los cuentos infantiles. Sus poemas están en las revistas senderos iberos y revista poética azahar revistas españolas, publica en sus poemas y escritos. Para no dejar morir sus sentimientos, entre sus obras. Jusnai* y el navegante Arena de mar Al sur del municipio de Ensenada, en esa lengüeta arenosa, aún se pueden escuchar sus cantos. Se cuenta que una joven paipai se enamoró de un navegante español, cuando desde los acantilados lo observó descender del barco, con esa confianza en la que asentaba cada uno de sus pasos, en esta tierra que por primera vez pisaba.      Jusnai corrió hacia el embarcadero para ver a los extranjeros llegar. En cuanto su mirada coincidió con los ojos de aquel marino, sintió de inmediato el flechazo que nunca antes había atravesado su corazón. Por todos los lugares de esta bendita tierra hay parajes que cuentan de su inmenso amor. Aquella pasión tuvo su mayor auge en San Antonio de las Minas, donde los amantes se encontraban cada luna para inundarse de las risas que brotaban de ella, tan mágicas al grado de hacer florecer las huertas. Algunos cuentan que Jusnai era tan dulce como el almíbar de las naranjas. Con su figura delgadita, los cabellos azabaches, ojos verdes como los sarmientos creciendo en los viñedos. Esa mágica sonrisa cautivó a Sebastián desde que la vio aparecer en el embarcadero.      Pero el padre de Jusnai, cuando descubrió sus amoríos con aquel mozuelo, lo mandó matar. Mientras Sebastián trabajaba en el viñedo una lanza atravesó su corazón. Los ríos de sangre cubrieron los surcos labrados por sus manos, impregnando de borgoña las vides.      Cuando Jusnai se enteró se quiso volver loca; montó su caballo que corrió desbocado rumbo al mar. Al llegar a esa lengüeta arenosa, donde por vez primera se vieron, decidió lanzarse a las agua del océano, que apagaron sus risas en borbotones de sal sobre las rocas.      Conmovido, el dios Neptuno, por verla tan desdichada, decidió convertirla en sirena, y hacerla parte de su corte, como guardia de esta escarpada costa, para que ningún otro navegante pudiera enamorar a las mujeres de esta región.      En las noches de tormenta, cuentan los lugareños, aún se le escucha cantar, arremolinando las aguas contra las paredes rocosas. Sus lamentos son tan fuertes y sus lágrimas saltan mojando a todo barco o persona que pasa en sus cercanías. A veces te ausentas esperando que alguien te extrañe. La ultima vez que lo vi fue en el café de siempre; ahí estaba dando sorbos a un café; dos cucharadas de azúcar lo hacían sentir eufórico. De boca grande, su piel tostada, de entre su sien un tono platino lo harían ver un hombre de mundo. Intercambiamos un par de palabras; después de ese día el abismo se abrió. Los días pasaron y sin darnos cuenta cada gota de café fue diluyéndose entre las calles del puerto; se borraron las huellas de sus pasos. En las fiestas decembrinas lo vi con su suéter de rombos, su fortaleza era apenas un puñado de olvidos. El mar extrañó sus mimos, la sal aferrándose a sus heridas internas. Las células hicieron guerrilla en su contra y se fue apagando. Nadie sabía de ese esfuerzo por salir a ignorarlo todo. Algunas veces intentó volver a tocar el mar, mutar en un par de olas. Sentarse y releer un par de páginas de su libro favorito. Pero todo intentó fue en vano. Sus manos se aferraron al árbol de limón que había cuidado durante años y dónde solía pasar las tardes. Una mañana logró salir de la cama, y con la tarde, junto al árbol se envolvió en su capullo. La seda, con el paso de los meses, lo fue transformando en crisálida. La guerra en su cuerpo había terminado, y él voló libre a surcar los mares y ser arena de mar. * Ojos bonitos, en la lengua originaria paipái.