Voladores Diego Mocada | Page 2

Si Dios realmente hubiese creado el mundo, no existirían los aviones.

Cuando voy sobre las nubes, imagino que sentirá el que puede saltar sobre ellas, tumbarse sobre el esponjoso prado y observar como pasa todo en la tierra. Cuando el sol, sobre mi cara, dandome los buenos días, mis ojos me piden dormir por que la noche para ellos ya ha llegado. Cuando mis oidos, hartos de escuchar retumbar el mismo sonido durante horas y estos empiecen a ignorar el ruido molesto, comienzan a creer que esta aventura nunca acabará. Y cuando yo, cansado esté de sueño, de aburrimiento, de impaciencia y de estrés sabré que aún no ha acabado.

Aún después, al tocar la tierra y sentir como mis piés vuelven a tener un objetivo en mi vida, cuando mis pulmones comienzan a sentir como aire puro entra por ellos y cuando mi vida comienza a parecer corriente, aún después de todo eso, sigo dentro de aquél portal.

Algo o alguien decidió vivir en el aire, sin poder permanecer en la tierra, sin poder sentir mis pies en una superficie terrestre. Vivo en el cielo, sin estar muerto.

Cuando somos tan solo unos niños nos hablan que al finalizar nuestro camino o nuestra vida vamos al cielo, donde amaremos sin limites. Esta teoría para los que vivimos en el cielo no se aleja mucho de nuestra realidad, el que vuela ama y el que no vuela no ama. El ser humano se mueve por dos razones, intuiciones y sentimientos, y es el amor el que toma el papel principal entre los voladores.

Mucho cuidado con amar a un volador, es algo que se contagia.