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Con pan auténtico podemos seguir trabajando y viviendo.
Los faraones se aseguraban de que hubiera suficiente pan para los miles de
trabajadores que estaban dedicados a la construcción de las pirámides.
A veces había un “complemento”; cerveza o carne de oveja o pescado, pero no
era siempre, lo que siempre había era pan.
Con pan como base se podía continuar independientemente de que hubiera o no
platos extra.
“Ganarás el pan con el sudor de tu frente”. Es una sentencia antigua.
Los antiguos se referían al pan como la comida, como la base, como el sustento.
Como la raíz de la vida.
Cristo partió el pan en la última cena. No era pan blanco.
Bach compuso obras musicales sublimes, su nutrición básica era la de los
alemanes de su época y no había pan blanco en Alemania en esa época. Todavía
no había aparecido Endelberg con su máquina “refinadora” de pan.
En Pan era sagrado.
Los pueblos de medio oriente, molían el trigo y luego aún tibio, lo pasaban por una
criba, una zaranda para tamizar y cernir. Separaban el salvado grueso, duro, del
salvado tierno que aceptaba la presión de la piedra del molino y quedaba fino
como talco.
Y la harina recién molida era inmediatamente utilizada para hacer el pan y se lo
hacía todos los días y en casa.
Sin aditivos, sin azúcar, sin levadura sintética. Delicioso, reconstituyente.
Un alimento para el cuerpo y para el espíritu. “Este es mi cuerpo, quien come de
este pan no tendrá jamás hambre física o espiritual”.
El alimento del espíritu del cristianismo, está en el pan sagrado.
Un alimento para el carácter noble, generoso, sensible y amoroso del practicante
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