PIÑERA EN REVOLUCIÓN 263
noche de su entrada triunfal en la capital a poner puntos sobre íes y dar a conocer al pueblo que existe de hecho una gravísima situación planteada. Y mientras el doctor Castro pronunciaba su discurso( que, entre paréntesis, ha sido el primer discurso político que se ha escuchado en Cuba sin flores de retórica), todos y cada uno de nosotros-los que estaban presentes en el campamento de Columbia, y los que lo seguíamos por la radio y la televisión- nos decíamos al tiempo que lo entendíamos: ¿ qué puesto me darán?, ¿ qué cosa me ofrecerán?, ¿ me dejarán fuera?, ¿ me encajaré de una vez por todas? Y nos lo decíamos por las razones antedichas, y también porque en estos largos años de lucha contra Batista quien más quien menos ha estado resistiendo. Pero no me refiero a resistencia en su acepción revolucionaria( esta se da por sabida y reconocida), sino que la enfoco desde la manutención, desde los alimentos, desde el alquiler, hasta las carreras desesperadas para que no nos corten la luz eléctrica. Esta resistencia se ha hecho defendiendo el terreno palmo a palmo y, al mismo tiempo, perdiendo todo el terreno. Y ahora, exhaustos, famélicos( ved cómo la palabra adecuada acude en el momento adecuado), queremos un puesto, y lo queremos, y no se nos ocurre otro expediente, porque nuestra visión deformada solo alcanza a ver perspectivas deformadas, abismos que se abren a nuestros pies, y el instinto de conservación aúlla en nosotros como lobo rabioso.
Pero resistamos un poquito más. Si este gobierno cumple los sacrosantos principios de la Revolución, no tendremos necesidad de volver nuestros cansados ojos hacia la burocracia como meta última. Yo sé que un modo de pensar no se cambia en unas horas, que la desconfianza no puede, por arte de magia, pasar a confianza, que tenemos sobrados motivos para decir a voz en cuello: «—¡ Sálvese quien pueda!», y «—¡ Quítate tú para ponerme yo!». Todo esto es bien cierto, pero a pesar de ello, resistamos todavía un poquito más. A lo mejor la acertamos.
La reforma literaria *
Se me ocurre pensar que de todas las reformas promovidas por la Revolución, acaso sea la reforma literaria, por su misma naturaleza, la que acumule mayores problemas. Esta reforma, cuyos ejecutores serán los jóvenes escritores que hoy oscilan entre los veinte y los treinta años, a diferencia de otras reformas de carácter nacional, se mueve en un terreno inseguro. La reforma agraria reparte las tierras; la presupuestaria decide más millones o menos millones; la pedagógica
La Habana, 12 de junio, 1959, p. 2.